Finlandización
La adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN puede contribuir a la tutela que EE.UU ejerce sobre la UE en su necesario proyecto de futuro
La agresión de la que ha sido objeto Ucrania ha generado un clima maniqueo, que hace rememorar la famosa frase del cuñadísimo Serrano Suñer “Rusia es culpable”. Un buen ejemplo son las versiones que van circulando, con escaso o nulo rigor, sobre la situación de neutralidad finlandesa, que parece agonizante, conocida como “finlandización”. Los más de los análisis, por decir algo, que nos venden los tribuletes de turno, van en la línea de intentar demostrar que dicho estatus de neutralidad fue algo impuesto por el poderoso vecino soviético, a un supuestamente inocente régimen democrático finlandés. Para comprobar la verosimilitud de dicha afirmación, vale la pena echar una ojeada, pura y simplemente, a los hechos históricos.
La independencia de Finlandia fue reconocida por el gobierno revolucionario en diciembre de 1917, bajo la premisa de aplicar el derecho de autodeterminación. Un mes más tarde estalló una corta pero cruenta guerra civil, que opuso izquierdas y derechas. Estas últimas, bajo el mando de Carl Gustaf Manerheim, perteneciente a la minoría sueca, que había formado parte de la guardia blanca, se alzaron con la victoria.
En noviembre de 1939 comienza la llamada “Guerra de Invierno”. Había ido precedida por una propuesta de Moscú de modificación de límites, a fin de alejar de Leningrado la frontera (la distancia era solo de 32 km.). Ante el rechazo de Helsinki, comenzaron las hostilidades. La URSS fue condenada como potencia agresora por la Sociedad de Naciones y expulsada de su seno. Finlandia recibió apoyo internacional y resistió. En marzo de 1940 se pone fin a la guerra mediante el Tratado de Moscú, por el que Finlandia cede el 10% de su territorio; mayoritariamente el istmo de Carelia y la cuenca del lago Ladoga, lo que supone seguridad para Leningrado.
El 21 de junio de 1941 la Alemania nazi y sus aliados invaden la Unión Soviética. El 25 del mismo mes el ejército finlandés entra en acción en la llamada “Guerra de Continuación”. Se recuperan las zonas cedidas, pero también se invaden otras de la Carelia oriental, que no habían pertenecido nunca a Helsinki. Leningrado quedó sitiado entre el ejército finlandés, a 30 km al norte, y el alemán al sur. En el lago Ladoga la flota finlandesa ataca y hunde embarcaciones soviéticas, que intentan romper el cerco para hacer llegar aprovisionamientos. La entrega de prisioneros de guerra soviéticos y algunos judíos a los nazis, así como los campos de concentración para civiles en la Carelia ocupada, son hechos todavía no aclarados.
En diciembre de 1941 el Reino Unido y los Dominios de su imperio declaran la guerra a Finlandia. La causa principal es el ataque de fuerzas combinadas germano-finlandesas para capturar el puerto de Murmansk. Su caída, que no se produjo, habría supuesto bloquear la llegada de ayuda occidental a la URSS. La derrota de Stalingrado (febrero de 1943) convence a los sectores moderados de Helsinki a negociar un armisticio, que se firma en septiembre de 1944. La consecuencia principal es que Finlandia, a semejanza de Italia después del 8 de septiembre de 1943, pasa de ser aliada de Alemania a beligerante. En Laponia se enfrentan tropas finlandesas y germanas.
En febrero de 1947 se firma el Tratado de París entre las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial y los cinco aliados europeos de Alemania (Bulgaria, Finlandia, Hungría, Italia y Rumania). Finlandia, además de las reparaciones de guerra, de las que posteriormente quedó eximida, debió aceptar las fronteras del Tratado de Moscú de 1940, así como limitaciones en sus efectivos militares y armas ofensivas.
En 1948 se firma el Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua entre Finlandia y la URSS, por el que la primera se comprometía a no permitir que su territorio fuera utilizado para una agresión contra la Unión Soviética. Para evitarlo, Finlandia podría solicitar ayuda militar de su vecina. Quedaba garantizada la neutralidad del país nórdico, que no se beneficiaría del Plan Marshall, lo que creó una importante dependencia económica respecto de Moscú. La especial situación del país que se originó en esas circunstancias, fue lo que dio lugar al término “finlandización”. El tratado se modificó en 1992, como consecuencia de la desaparición de la URSS.
El ingreso en la OTAN de Finlandia y Suecia, que parece ya inevitable, tiene pues, en función de todo lo dicho, un significado diferente respecto a cada uno de esos dos países, ya que, además, Suecia se mantuvo neutral, por voluntad propia, en ambas guerras mundiales y durante la llamada guerra fría. Dejando aparte las consideraciones pertinentes al derecho internacional, parece más que evidente que Putin ha cometido un grave error estratégico con el ataque a Ucrania. En el mejor de los casos para Rusia, un acuerdo de paz podría basarse en la neutralidad ucrania, pero la OTAN habrá cerrado su cerco por el norte. En definitiva, no parece que geopolíticamente haya sido un buen negocio el conflicto armado generado por Putin.
Personalmente, como europeísta, lo que me preocupa más de la decisión que Finlandia y Suecia están en vías de tomar, es que aumenta la superposición entre la UE y la OTAN. Tan solo cuatro países (Austria Chipre, Irlanda y Malta), quedarían fuera de la alianza militar, reverdecida gracias a la apuesta de Putin. Todo ello puede conducir a un aumento de la tutela trasatlántica sobre los pasos que debe dar Europa en su necesario proyecto de futuro.