Fin de curso

Quien más, quien menos, ya está con la mente puesta en las vacaciones o como poco en un periodo estival que reduce la intensidad del trabajo y permite una vida más relajada, con más contactos con amigos y familia y más horas en la calle, al aire libre. Quien más, quien menos, también, empieza a hacer balance de la temporada que concluye y a hacer planes para la que viene. Y es que el parón veraniego es una buena oportunidad para analizar con un mínimo de distancia la actividad que cada uno desempeña.

Desde un punto de vista económico, qué duda cabe que el curso al que ahora ponemos fin ha tenido tres asignaturas claves: la crisis económica, el sistema de financiación autonómico y la reordenación del sistema financiero. La primera es la gran materia troncal, las otras dos son, de una u otra manera, de un interés subsidiario, aunque a veces ha dado la sensación de que no lo ha entendido así todo el mundo o, para precisar un poco más, todos nuestros dirigentes.

Sobre la crisis tengo la sensación de que hasta ahora la hemos venido capeando más o menos bien. Dicho esto, habrá personas a las que les haya afectado de pleno y quizás se sientan molestas y hasta indignadas con lo que he dicho. Lo siento. Hay otras a las que la crisis no les ha alterado ni un milímetro su ritmo de vida. Y hay bastantes que conocen la crisis por las noticias que les llegan pero a los que, más allá de esta presión sicológica, tampoco pueden considerarse realmente afectados.

Que, como según creo, vayamos sorteando la crisis no quiere decir ni que lo estemos haciendo bien ni, por supuesto, que haya que restar dramatismo a la caída de la actividad económica, que, por ejemplo, entre octubre del año pasado y marzo de éste, sufrió una parada cardiaca con unas constantes desconocidas hasta ahora en las series históricas de las que disponemos.

Lo que pretendo decir es que los estados actuales tienen una capacidad de actuación que les ha permitido amortiguar algo los efectos de una recesión económica brutal. Lo han hecho a costa de disparar sus déficits públicos, ciertamente, pero han frenado algo las consecuencias de la crisis. Otra cosa es el gusto que algunas administraciones le están cogiendo a eso de tirar de chequera y el vicio que les quede.

¿Y el curso que viene? De verdad, no creo que nadie tenga la menor idea. Por lo tanto, pocos planes, lo que no quiere decir bajar la guardia. Al contrario. Sobre la financiación autonómica, la edad me ha hecho un ferviente admirador de ese refrán que dice que “lo mejor es enemigo de lo bueno” y, por lo tanto, bien está lo que bien acaba. Y en cuanto a la reordenación del sistema financiero, creo que vamos un poco retrasados y aquí sí que conviene ir haciendo deberes. Buenas vacaciones, queridos lectores.