Fiesta de los maniquíes

Debía ser allá por el principio de los ochenta cuando el grupo vigués Golpes Bajos popularizó –es un decir– una canción titulada “Fiesta de los maniquíes”:


 
 

Sorprendente, o no, que cual reducto vikingo en una población tan lejana a todo, surgieran algunos de los mayores impulsores de un gran cambio cultural del país.

Más de 30 años después los maniquíes siguen de fiesta. Tarareando la canción muchos no hemos querido ser los guardianes de las noches sin estrella. Pero vemos que una mayoría de los ciudadanos siguen rígidos mientras los maniquíes bailan. Como dice la canción, además, “no los toques por favor”. Curioso que desde un lugar en la periferia se definiría tan perfectamente como era nuestra sociedad. Más curioso aún que tantos años después, y a pesar de los cambios, siga siendo una buena definición.

Unos maniquíes bailan al son de la música mientras otros simplemente contemplan las noches sin estrella. Pero no olviden el problema. No son sólo los maniquíes sino las pocas ganas de bailar del país. Aquí somos más de la copa en la barra y ver el mundo pasar que de enfrentarnos a la pista del baile. Miramos más que hacemos. Lloramos nuestras penas más que nos esforzamos en superarlas. Aupamos líderes en la mentira antes que ponerlos en duda. Vemos como los maniquíes bailan y nos quejamos antes de bailar a su son.

La fiesta de los maniquíes es la gran fiesta del país. En política desde los supuestos líderes a la oposición. Todos cortados por el mismo patrón. En la sociedad, desde el empresario al trabajador. Unos dispuestos a su fiesta y su baile, mientras el resto, rígidos en la barra, contemplan las noches estrelladas que pasan. Triste acabar como un maniquí inerte a disposición de un sastre que le dice cómo combinar y cómo colocarse. Es la historia de este país. Fue Vigo en los ochenta, pero es la España del s. XXI.