Fidelcolor, la conocida casa de audio y vídeo propiedad de Carlos Márquez Pueyo, ha pasado a la historia. Un juzgado de Barcelona ha abierto la fase de liquidación societaria y su disolución como entidad mercantil. Es la postrera consecuencia de la suspensión de pagos que se vio obligada a presentar hace menos de un año y que no ha sido capaz de superar. En los pasados meses, la firma ha afrontado una catarata de reclamaciones por impagos de las cuotas laborales.
Su extinción pone punto final a una empresa que llegó a contar con tres tiendas en Barcelona. Una de ellas, sita en Ronda Universitat, era una referencia en el sector y visita obligada para los amantes de la alta fidelidad.
En 2011, último ejercicio en que estuvo plenamente activa, la facturación cayó a poco más de cinco millones de euros, a años luz de sus mejores registros. Las pérdidas se dispararon hasta 1,5 millones.
El atractivo formato de Fidelcolor dio de sí todo lo que pudo, pero la feroz competencia de las grandes cadenas surgidas en tiempos recientes colocó la entidad en un callejón sin salida. La puntilla se la ha propinado el desplome del consumo, a su vez, secuela de la nefasta crisis imperante.