FG: mucho valor sin apenas pudor
FG: detrás de la marca hay un señor de traje azul y pañuelo colgado del pescante que te dispara, maldita la gracia, con la escopeta del desahucio. No sabemos con qué now how, el presidente del BBVA, Francisco González, agrega más dominio a su posición de dominio ya consolidada. Lo metió a banquero aquel Aznar endemoniado que baldeó los puentes de mando de la oligarquía financiera con su «brigada del amanecer», un comando de amiguetes, como Blesa (Bankia), Alierta (Telefónica), Cortina (Repsol), Pizarro (Endesa) y el mismo González (BBVA).
Aznar cambió de manos el capitalismo español. Lo hizo con la rapidez que tiene la política cuando se cruza con el dinero. Irrumpió con el BOE entre los dientes sobre un campo de monopolios y grupos de interés; cayó sobre en un país sin regulación pero regulado hasta las cachas; litúrgico, de catecismo y Blanca Paloma, pero alejado de la ética de los negocios. Leyó mejor que nadie una economía de precios políticos –la luz, el teléfono, el agua, el gas natural, los carburantes, el dinero– con el poder del Estado detrás. Una economía de Chaebols (los viejos monopolios coreanos) que controlan la vida cotidiana de sus ciudadanos a través de las tarifas y que se agarran al Código Penal para hacer callar al que no cumple con el suministrador o al que no satisface la alcabala del Rey Católico (la Agencia Tributaria, que practica las retenciones a las rentas del trabajo).
La España de las cien familias, que estudiaron Ramon Tamames y Santiago Roldán en sus cursos de Estructura Económica, es hoy un erial festoneado por sus nuevos dueños; ex funcionarios con afán de lucro, halcones de prado verde y flores marchitas. Caballeros almidonados que un día cortaron cupón como cualquier hijo de vecino y al siguiente se sentaban en el trono de Dios por obra de la dedocracia del PP, extractivo y corrupto hasta la saciedad. Los dueños de hoy, virreyes de las privatizaciones de ayer, son hijos dilectos de Alfonso Escámez o Aguirre Gonzalo, aquellos banqueros (entre los llamados Siete Grandes) que sin necesidad de tener las acciones presidían bancos y orientaban a sus núcleos duros, gracias a la sombra del general y al abandono de la nobleza Alfonsina.
Retina azul y mirada gélida. FG es uno de aquellos que dicen «a mí, no me sacan de aquí si no es con los pies por delante». Se han intentado tratas sin cuento para que se hiciese a un lado; pero no. Una de las más sonadas la organizó Miguel Sebastián (ex jefe de Estudios del BBVA) que, en su etapa en la Oficina Económica de Moncloa, quiso vadear a González del BBVA para meter a Rivero, el constructor poliédrico del Canal de Panamá, con una efigie de Roosevelt clavada en la solapa. Nada, ni con la ayuda del Comando Sur. Enfático y veloz, González salió indemne del plan de Moncloa como antes había salido vivo de la conjura de Neguri, el Palo Alto de las rías inventado por Almunia padre.
No conviene olvidar que BBVA significa Bilbao-Vizcaya-Argentaria. Es un banco hecho de cachos, cuyo nacimiento se llevó a cabo precisamente en Neguri, en una reunión de «100 días» que vivió la guerra entre los herederos de Pedro de Toledo (Vizcaya) y los de José Ángel Sánchez Asiaín (Bilbao): la tecnocracia contra la academia; la venta contra la intermediación; el poder contra la gloria. Uno de los hijos de aquel proceso, José Ignacio Goirigolzarri, el actual presidente de Bankia, fue laminado del BBVA por González. El último en caer ha sido Ángel Cano, ex consejero delegado.
FG ha podido con todos; utiliza el divide y vencerás. Es un español de la escuela gallega, siempre dispuesto a zamparse el flanco periférico, especialmente si viene del batallón vasco-español (con perdón), la comitiva ignaciana que huele a Deusto, a cirio quemado y a Castillo de Javier. Nació en Lugo, tierra de romances, misterios y buen vino. Es el cameo cunqueiriano que te golpea de lado cuando estás perdido en el matiz, como les ocurrió a los altos cargos del BBVA, señores del hierro y las navieras.
Un buen día, supimos que Emilio Ybarra Churruca, José Domingo Ampuero, Pedro Luis Uriarte, Alfonso Cortina y Óscar Fanjul entre otros 20 altos cargos del BBVA habían blindado su futuro domiciliando sus pensiones millonarias en paraísos fiscales. El sumario cayó en Baltasar Garzón y todos los imputados, cargos ejecutivos o consejeros, fueron dimitiendo. Fue así como la propiedad se sumergió y, en su lugar, reina desde entonces un príncipe del dinero salido de las tangentes que bordean el poder político. FG lo tiene claro: España necesita estabilidad, la del PP, claro.
González empezó su carrera como brocker del mercado de valores. Fundó FG y rozó el cielo de los márgenes en la misma etapa en la que César Alierta, hoy presidente de Telefónica, hizo su agosto en Beta Capital. FG y Alierta fueron gestores de cartera y amigos de Willy (el Aznar de los Azores). A día de hoy, no hay coto que valga sin contar con su presencia. Habitan los salones remozados del Madrid de los Austrias y les da la hora del té en zona nacional. Son el relevo consolidado en la España endogámica de muy pocos.