Ferran Bel desnuda la infantilidad soberanista

El movimiento independentista tiene un grave problema. No es unitario. Surgen las contradicciones, y cada uno tiene su propio plan para Cataluña. Lo que ha ocurrido en los últimos años les debería llevar a una rectificación, que, en cualquier caso, acabará llegando cuando no tengan más remedio.

Pero un ejemplo claro de la infantilidad del movimiento se acaba de producir con la votación en Tortosa sobre el mantenimiento de un monumento franquista. El alcalde, Ferran Bel, de Convergència, ha mostrado una gran inteligencia para desnudar ese infantilismo soberanista.

Bel es alcalde y diputado en el Congreso. Hombre prudente, Bel es consciente de que el proyecto independentista de Convergència ha sido nefasto para los intereses del espacio ideológico que siempre ha representado el partido. Bel es un ‘moderado’ en tiempos en los que Artur Mas ha llevado a la sociedad catalana a una dialéctica perversa.

Lo que ha ocurrido en Tortosa es del todo lógico. La CUP, que monopoliza la agenda política catalana, es heredera de los movimientos anarquistas que siempre han estado presentes en la historia de Cataluña. Lejos de reflexionar sobre los daños que ocasionó aquel anarquismo, la CUP sigue buscando contradicciones que ya no existen.

La primera premisa que se debería aceptar es que el franquismo se acabó apoyando por buena parte de la sociedad catalana, en parte porque no había otro remedio, y las personas se acaban acomodando, preocupadas por sobrevivir. Pero hay que tener en cuenta que el franquismo se apoyó por muchos estamentos, tras una guerra civil cruenta. En muchos territorios, las tropas franquistas se aceptaron como una solución que aportaba estabilidad, y la posibilidad de, sencillamente, llevarse algo a la boca.

Pero eso se acabó pronto. Todas las poblaciones sufrieron la represión franquista. Y también Tortosa, que padeció, primero, la sinrazón de los anarquistas que llegaban desde Barcelona. Como si se repitiera la historia –siempre con mantos diferentes– los herederos de ese anarquismo tachan a los ciudadanos de Tortosa de franquistas porque han votado a favor de mantener un nomumento que inauguró el propio Franco.

El monumento, sin embargo, hace décadas que ya no es visto como la imposición del fascismo de las tropas de Franco. Con la democracia, se eliminaron los símbolos más identificados con el facismo. Pasaba a ser el monumento de todos los ciudadanos de Tortosa que habían sufrido la guerra, con represión anarquista o fascista, válida para los nacionales y los republicanos.

Por supuesto, siempre quedará la propia inauguración por parte de Franco, pero el hecho es que los propios vecinos de la ciudad han votado para que se mantenga en el mismo lugar.

Ferran Bel era consciente de ese apoyo popular. Las cosas no son tan sencillas. Lo que se vivió en las Terres de l’Ebre lo deben explicar sus propios habitantes. Y ha pasado mucho tiempo. El franquismo no puede ser un espantajo que se agita cuando conviene. Es historia.

El independentismo ha clamado en contra de los vecinos de Tortosa, tachándoles de franquistas, mostrando una especie de supremacismo intolerable. La CUP local asegura que no accepta el resultado, porque Ferran Bel ha condicionado el voto.

En realidad, el gran objetivo era atacar al propio Ferran Bel, y volver sobre lo mismo: las supuestas contradicciones de Convergència, el supuesto hecho de que es un partido de derechas, con apoyos sociológicos anclados en el franquismo.

Y lo que ha hecho Bel es, conociendo el paño, ofrecer una consulta que ha desnudado por completo el infantilismo soberanista, que ha diseñado, –por su cuenta– un país imaginario.