Un antídoto para no pensar en el proceso catalán
El 'procés' se ha colado en todos los ámbitos sociales y de conversación, pero todavía quedan antídotos para escapar de él momentáneamente
Apreciados lectores, no sé si han vivido durante los últimos cinco años un extraño fenómeno de posesión que se manifiesta en el prodigioso hecho de que cualquier cosa que uno ve a su alrededor, ya sea un pájaro o una puesta de sol, les remite, inexorablemente, al proceso catalán. Yo sí.
El pájaro me remite al vuelo, al carácter aéreo del proceso; la puesta de sol se convierte en metáfora de su final. Me van a permitir que les explique lo que me ocurrió este pasado fin de semana, que dediqué a la lectura de una magnífica novela del periodista Miguel Molina con el sugerente título La sonámbula.
Al abrir el sobre que contenía un ejemplar del libro apareció ante mí la sugerente portada. En ella, el lector es observado por una mujer a través de unos anteojos como los que se sirven algunos aficionados a la ópera o los ornitólogos. Su expresión y su feminidad recuerdan a una de esas mujeres pájaro que tanto gustaban al maestro del suspense Alfred Hitchcock, un cruce entre Grace Kelly en la ventana indiscreta y mi favorita, Tippi Hedren, en los pájaros.
Una vez más, no pude evitar que mis pensamientos se desviaran hacia el proceso, creando en mi mente la ilusión de que la fascinante mujer estaba intentando ver, interrogando al lector, para saber, desde el otro lado del espejo, qué nos está ocurriendo en Cataluña.
Resulta sorprendente hasta qué punto lo que construimos en nuestra es más real que la realidad misma
Marta/Ginebra, la protagonista del libro, es aficionada a la astrología y al baile y siente fascinación por la historia de Pauline Dorarhea Beuerly que, como relata Miguel Molina “en sus noches de sonambulismo visitó la luna, el sol y algunos planetas del sistema solar”.
Esta mujer que en la noche creía visitar los planetas, desde Mercurio hasta Marte, hasta el punto de llegar a describir sus ciudades, con sus calles estrechas, me evocó la imagen/idea de que tal vez seamos todos sonámbulos viviendo entre las penumbras de lo que hay entre el sueño y la realidad.
Resulta sorprendente hasta qué punto lo que construimos en nuestra mente tiene más corporeidad, es más real que la realidad misma, como se observa en el obsesivo Fidel que ansía amar y solo puede hacerlo a una muñeca sexual. Marta/Ginebra lo advierte de esta manera: “aquel día me di cuenta de que la frontera entre la mujer real y el maniquí sexual es más difusa de lo que parece”.
A medida de que iba avanzando en la lectura del libro, las analogías que me llevaban al proceso catalán se iban evaporando y finalmente solo quedó ante mis ojos el nervio de la absorbente narración de la novela. Su heroína había conseguido desplazar de mis pensamientos mis elucubraciones sobre el proceso para concentrarme en la historia. Una historia que narra cómo la vida, si la vivimos, nos deja siempre en suspensión, maravillados por lo que esconden las personas y lo que escondemos cada uno de nosotros.
La lectura de este libro servirá para distraer la mente a personas favorables y contrarias al proceso catalán
Es una historia que reafirma que la curiosidad, a pesar de lo que dice el célebre refrán inglés, no mató al gato, lo salvó, aunque lo ponga en peligro. Cada micro capítulo esconde un pequeño peldaño que nos llevará a ascender hacia una historia que contiene en sí misma infinidad de historias sobre la condición humana.
Marta se nos desvela como un archipiélago de islas donde, en cada una de ellas, se esconde una pista. A cada paso, el lector observará que bajo las apariencias o la normalidad, siempre habitan los secretos.
Recomiendo la lectura de este libro, tanto para los anti procesistas como para los que son favorables al proceso. Les puedo asegurar de que mientras lean el libro no habrá otro pensamiento que el de intentar descifrar los enigmas de la fascinante Marta/Ginebra.