Mirar a España
La clase política ha perdido de vista los diferentes retos de España al centrar su relato en el problema catalán
Una de las cuestiones más interesantes que ha provocado el conflicto entre Cataluña y España es analizar el desenfoque sobre los problemas españoles que ha provocado el problema catalán. En su discurso de fin de año, la mayoría de los presidentes de las comunidades autónomas, desde Andalucía a Baleares, han hecho referencia a la situación catalana para reforzar la posición de sus comunidades para encarar la discusión del nuevo marco de financiación económico.
El mensaje de sus discursos ha estado dirigido a sancionar negativamente la deriva del anterior gobierno de la Generalitat, sin prestar la misma atención a los retos que tiene comprometidos solucionar España para garantizar su desarrollo. Las desigualdades sociales, la cuestión territorial, la violencia contra las mujeres, la corrupción, la recuperación económica o la frágil situación europea, cuestiones de gran incidencia en nuestra vida, no han tenido el peso que ha tenido la proclamación de la república.
Los retos de España han sido eclipsados por el problema catalán
Una vez más, un problema de orden simbólico, reivindicativo e identitario, ha provocado un déficit de atención para analizar una cuestión esencial: verificar hacia dónde se dirige España. La España con problemas demográficos a medio plazo en lugares como Santander o La Rioja; la España vacía que Madrid, con su fuerza potencial como megapolis en constante expansión, sigue vaciando; la España sin garantías para consolidar un proyecto educativo consensuado y sostenible en el tiempo, la reforma de la administración pública, la modernización de la justicia que permita dotarla de más recursos para hacerla más eficiente o la falta de motivación para convertir la inversión en ciencia en un salto de mentalidad innovadora para el conjunto del país, muestran que el problema catalán es el síntoma más claro de que estamos sumidos en el problema español.
Nos encontramos con tres Españas en marcha: la España patriótica con una cerrada y obstinada defensa de su inviolabilidad e inmovilidad territorial; la España de las ciudades, que dibuja en su excelente libro Josep Martí Font, en que el peso político de Madrid, Barcelona, Valencia o Málaga supera en muchos aspectos al del estado; y la España de la superación del marco autonómico que desde el PSOE plantea un sistema de organización federalista o dar un encaje más dinámico y descentralizado al País Vasco y Cataluña que rompa el café para todos impulsado desde la transición.
Las tres Españas: la patriótica, la de las ciudades y la que quiere superar el marco autonómico
Estas tres realidades, contrariamente a lo supuestamente obvio, no son contrarias, si no se plantearan como tal desde algunos partidos políticos, al gran proyecto político de España. Es factible avanzar en las tres, pues las tres arrojan aspectos positivos, si se acepta la premisa, urgente, de que hay que emprender una profunda reforma que permita dar el salto de la España cerrada a una nueva España abierta al cambio y la mutación.
La transición española, con la constitución del 78, supuso pasar de centrarse en la historia de España para iniciar la historia de los españoles. El desafío independentista ha provocado que se haya vuelto a una defensa cerrada de España mientras aumentan los problemas de los españoles.
La paradoja que plantea el desenfoque de los problemas concretos en favor de convertir la cuestión catalana en la única cuestión es que, a medida que se profundiza en ella, más evidencia la necesidad de impulsar las reformas que permitan conciliar los tres proyectos de España que se han puesto en marcha.