Felip Puig tranquiliza a los empresarios: el acuerdo con la CUP, «negro»

Felip Puig es, en estos momentos, un hombre preocupado. Defensor de las tesis soberanistas desde siempre, al entender que los gobiernos de España no son capaces de entender las necesidades y la realidad del tejido empresarial catalán –se puede discrepar o no sobre ello, pero es una tesis que defienden distintos economistas– tampoco ha apoyado con «ilusión» la forma en la que Artur Mas ha liderado el proceso independentista.

Ahora, con un problema serio en su departamento –las empresas, quizá porque han detectado que el Govern está de salida— con multinacionales que cierran sus factorías, Puig ha visto las orejas al lobo. No es que haya sido algo inesperado. Hace meses que ve cosas que no son de su agrado, como otros miembros de Convergència, como Antoni Fernández Teixidó, Boi Ruiz, e, incluso, Irene Rigau, y, por supuesto, otros consellers, como Santi Vila, o Germà Gordó. Pero Puig, tal vez el político de Convergència que más respetan, –al margen de Mas– los militantes y cuadros convergentes, tiene la suficiente experiencia para trata de calmar a los empresarios.

Lo hizo este lunes, en un almuerzo con empresarios organizado por ESADE, que celebra sus ya tradicionales jornadas en el monasterio de Sant Benet de Bages (Manresa). Junto a dirigentes patronales como Josep González, de Pimec, o Antoni Abad, de Cecot –no estuvo Gay de Montellà, que se trasladó a Barcelona–, y otros pro hombres, como el presidente de la Cambra de Comerç, Miquel Valls, el conseller de Empresa i Ocupació dejó las cosas claras: el acuerdo de Junts pel Sí con la CUP está lejos, «negro», en expresión de algunos de los comensales.

Puig analizó los distintos escenarios, y aseguró que ni el 9 de noviembre, en primera votación, ni el 11, en segunda –aquí se necesitaría dos votos a favor y ocho abstenciones, por parte de los 10 diputados de la CUP– se conseguirá la investidura de Artur Mas. El conseller consideró que el Govern de Mas tampoco está dispuesto a «cruzar determinadas líneas rojas» sobre el programa económico y social. Los empresarios respiraron en ese momento.

Lo más probable, por tanto, es que no haya un nuevo Govern hasta después de las elecciones generales del 20 de diciembre. El plazo se agotaría a principios de enero. En ese caso, si persistiera la imposibilidad de un acuerdo, Mas debería convocar nuevas elecciones.

Esa es la realidad, en estos momentos, explicada por el político de Convergència más bregado del Govern. Ahora bien, los empresariados se levantaron de sus asientos aliviados, pero no menos preocupados. La cosa pinta mal en Cataluña. Y hay responsables por haber llegado hasta aquí.