Feijóo en Barcelona

El discurso de Feijóo en Barcelona rompió tópicos y transmitió una solvencia y una seriedad revolucionarias en el panorama político español, y especialmente en el catalán

Las previsiones de asistencia se vieron completamente desbordadas, incluso se tuvo que cambiar de sala para que ningún afiliado quedará fuera de la presentación en Barcelona del futuro presidente del Partido Popular. La ilusión recuperada tras un ciclo de resultados decepcionantes llevó a más de 700 catalanes a apoyar con su presencia a Alberto Núñez Feijóo.

También se respiraba unidad de cara al Congreso extraordinario que el 1 y 2 de abril se celebrará en Sevilla, ciudad que ya acogió el llamado Congreso de la Refundación del partido en manos de José María Aznar en 1989. Lo recordó el presidente del PPC Alejandro Fernández en la presentación del líder gallego, entonces el partido supo hacer una integración ideológica- liberales, conservadores y democristianos- y también territorial, dando forma a una formación que alcanzaría por primera vez el gobierno de la Nación en 1996 y que se convertiría en uno de los grandes partidos del centro-derecha europeo. 

El discurso de Feijóo no fue tan previsible como algunos auguraban. Rompió tópicos. Pretendió finiquitar prejuicios y desmentir la desinformación de adversarios electorales. En primer lugar, levantó sin complejos la bandera de la libertad. Fue un discurso netamente liberal en lo económico. En la Conferencia de Presidentes autonómicos celebrada el día anterior en La Palma ya había arrancado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, un compromiso de bajada de impuestos que alivie la catástrofe inflacionaria.  

Ni el presente, ni el futuro inmediato son esperanzadores. No hemos salido de la pandemia y la guerra de Putin oscurece aún más el horizonte. El gobierno socialista vuelve a enfrentarse a una crisis económica sin haber hecho los deberes. Con un gobierno repleto de presuntos revolucionarios, está siendo apabullante la parálisis reformista.

Y es que España necesita urgentemente eliminar gasto superfluo y rebajar impuestos a las familias y a quienes crean empleo. Esa fue la propuesta de Feijóo. No hay varita mágica; simplemente buena gestión y mucho trabajo. “Los políticos debemos vivir algo peor para que la gente pueda vivir mejor”, fue la frase de un dirigente que tiene más olfato político que un simple tecnócrata. Fue una frase especialmente punzante en la Cataluña que sufre la burocracia más cara de España, es decir, la Generalitat. 

Sin embargo, el candidato también habló de libertad política. Sabe bien que en Cataluña hay un grave problema de libertad. La Generalitat nacionalista no solo es cara, es también peligrosa. Es un peligro para la convivencia y la libertad, para el pluralismo y el Estado de derecho. Feijóo ofreció aquí la experiencia de una Galicia que, en plena época de política de las emociones, ha sabido esquivar los populismos y los separatismos. Ofreció una clara utilidad a los catalanes hartos de esa mala política que fractura la sociedad y arruina la economía.  

Acto del PP de Cataluña. EFE/ Andreu Dalmau

Es aquí cuando rompió más tópicos. En su tierra los nacionalistas y los socialistas le acusan de querer acabar con la lengua gallega. Fuera de ella, algunos le han querido colgar la etiqueta de nacionalista gallego, acusándole de implantar en las escuelas una supuesta inmersión lingüística.

Obviamente las dos acusaciones no pueden ser verdaderas al mismo tiempo, pero es que en realidad ambas son falsas. Son fake news. Así, no rehuyó la cuestión: tanto el gallego como el castellano son lenguas vehiculares en la misma proporción, siendo ahora el objetivo la introducción de una fuerte presencia del inglés.

Él lo denomina el “bilingüismo cordial” y es, de hecho, el modelo preferido por la gran mayoría de los catalanes. En contra de la propaganda oficial, la inmersión no es un modelo de éxito, ni mucho menos de consenso. Según una encuesta de GAD3, el 64% de los catalanes prefiere una escuela trilingüe (catalán, castellano e inglés), mientras solo un 9 % reivindicaría la imposición de una sola lengua vehicular. Así pues, el trilingüismo en la educación cumpliría con tres objetivos: garantizar derechos, sumar oportunidades y satisfacer a la mayoría.  

Finalmente, y más allá de las palabras y las propuestas, el discurso de Feijóo transmitió una solvencia y una seriedad revolucionarias en el panorama político español, y especialmente el catalán. Fue explícito: “no quiero ser un influencer”. Cuatro mayorías absolutas en tiempos de fragmentación política le confieren una autoritas demoledora frente aquellos que solo ambicionan el poder por el poder.

La “nueva política” fue un viejo engaño. Prometieron asaltar los cielos, pero se quedaron con un chalet en Galapagar, una serie de Netflix y cuatro tuits.  Ahora se avecinan horas aún más graves, por lo que es necesario entrar en la era post-populista, en una era de buena política. Las encuestas parecen apuntar ese cambio de ciclo. La alternativa al sanchismo está en marcha, y el pasado lunes estuvo en Barcelona.