Fatalismo español
Ya son demasiados casos en España en los que el argumento para justificar una mala gestión es el mismo: "la situación ha desbordado las previsiones más pesimistas"
El año pasado, el temporal Gloria abrió el telón al peor año del siglo XXI, hasta la fecha, marcado por la pandemia provocada por la Covid-19. El año 2021 se inicia con Filomena, el más intenso temporal de los últimos 50 años. Si una persona viviera a escala individual las mismas adversidades que vive España se podría afirmar, sin ser considerado una exageración, que tiene muy mala suerte.
Los responsables del Gobierno y del Estado se expresan públicamente desde el fatalismo para hacer comprender a los españoles que nada pueden hacer contra las adversidades climáticas ni de pandemia. No se puede cambiar el destino de la nación y no se pueden evitar las consecuencias cuando una fuerza superior decide por nosotros.
Declaraciones como las del ministro de Transportes, José Luis Ábalos, admitiendo que “el temporal ha desbordado las previsiones más pesimistas”, nos hace partícipes de que ni el más pesimista de su Gobierno podía prever la magnitud del temporal. Ocurrió lo mismo con Gloria; ocurre lo mismo con la pandemia; y ahora vuelve a ocurrir lo mismo con la borrasca Filomena.
En todos los casos, la respuesta inicial del Gobierno español se reduce a mirar al cielo y lamentar que la fatalidad ha provocado el desbordamiento de la situación.
Uno de los más graves problemas que tienen los Estados modernos para seguir siendo considerados esenciales para los ciudadanos es que cada vez es más evidente su falta de capacidad para afrontar lo imprevisible. Siempre ha ocurrido lo mismo a lo largo de la Historia: los imprevistos han desbordado a los Estados.
Sin embargo, resulta sorprendente que en la era de la información, la digitalización, la proliferación de datos, la robótica, la biotecnología y los observatorios de todo tipo, nadie alcance a establecer estrategias para ser operativos ante acontecimientos no previstos. Los Estados deberían estar preparados y tener capacidad de respuesta.
La única forma de luchar contra los imprevistos es confinar
La imagen de la Comunidad de Madrid bloqueada por la nieve pidiendo refuerzos al ejército para afrontar la situación y solicitando a la población que no se mueva de casa expresa con nitidez la fragilidad y el poco rigor de la capacidad de respuesta del propio Estado.
Quedarse en casa, de la misma forma que se ha solicitado para luchar contra la pandemia, muestra que la única forma de luchar contra los imprevistos es confinar a los ciudadanos.
Nadie puede decir que no se hayan hecho esfuerzos para revertir la situación de colapso en el territorio español y que el Gobierno no haya puesto todos los efectivos para abordar la situación, pero ya son demasiados casos en la Historia reciente de España en los que el argumento para justificar la mala gestión es el mismo: “la situación ha desbordado las previsiones más pesimistas”