Fatalismo de la tribu en Cataluña
Asistimos a una transustanciación del supremacismo nacionalista catalán pero la afirmación heráldica persiste con parecidos objetivos políticos
A nadie le debe sorprender la existencia del supremacismo nacionalista catalán. De aquellos polvos, estos lodos. Y, para comprobarlo, nada mejor que sumergirse en los dos volúmenes que conforman el ensayo de Francisco Caja La raza catalana. Título del primer volumen: El núcleo doctrinal del catalanismo (2009). Título del segundo volumen: La invasión de los ultracuerpos (2013)
Caja desgrana las ideas de los padres fundadores del catalanismo y el nacionalismo catalán –el autor no distingue lo uno de lo otro– con el objetivo de ponerlos en evidencia a través de sus propios textos.
En esta galería catalanista/nacionalista encontramos a Valentí Almirall (1841-1904), que fundamenta la diferencia entre catalanes y castellanos en el hecho de pertenecer a razas distintas; a Pompeu Gener (1848-1920), que asocia la nación a la idea de raza histórica definida en términos psicológicos y demanda que la nación-raza se manifieste y organice para su superior desenvolvimiento.
Ya no se habla de raza catalana versus raza castellana, pero sí de identidad catalana versus identidad española
Más: Pere Bosch-Gimpera (1891-1974), que explica la historia de Cataluña en términos étnico-raciales; Bertomeu Robert (1842-1902), que asimila la nación a un organismo en que la célula se supedita al todo; Hermenegild Puig i Sais (1860-1941) preocupado por los efectos étnicos negativos de la inmigración que propone aumentar el número de catalanes de pura raza.
Todavía más: Domènec Martí i Julià (1861-1917), que afirma que las naciones son organismos vivos dotados de personalidad propia que tienen derecho a la vida y previene de los “asesinos del alma catalana”; Enric Prat de la Riba (1870-1917) que señala la lengua como elemento constitutivo de la nacionalidad y advierte de que esta nacionalidad requiere un Estado que la sitúe en el concierto de los pueblos.
Algunos más: Antoni Rovira i Virgili (1882-1949) que enfatiza la diferencia espiritual o de alma o de genio o de psicología entre catalanes o castellanos; Daniel Cardona i Civit (1890-1943) que, resumen y compendio catalanista, sostiene que “un cráneo de Ávila no será nunca como uno del llano de Vic”.
A ellos, hay que sumar, entre otros, a Josep Maria Batista i Roca (1895-1978) o la animadversión hacia lo español, Carles Pi i Sunyer (1888-1971) o la disociación de la raza catalana, Pere Màrtir Rossell i Vilar (1882-1933) o la pureza racial catalana en peligro por culpa de lo español y Josep Antoni Vandellós (1899-1950) o la Cataluña decadente por culpa de la inmigración. También, Jordi Pujol.
Vamos a peor
Se podrá decir que aquellos eran otros tiempos y que, a finales del XIX y principio del XX, la teoría de la diferencia racial de la Société d’Anthropologie de París estaba al orden del día.
Se podrá decir que autores como De Maistre, Spencer, Broca, Gobineau, Taine, Le Bon, Vacher de Lapougue o Barrès gozaban de predicamento en una época en que la ciencia estaba poco desarrollada. Cierto. Pero, no es menos cierto que algunos de los textos del catalanismo se publican en pleno XX.
En cualquier caso (del pasado al presente), estamos asistiendo hoy a una transustanciación del supremacismo nacionalista catalán. Ya no se habla de raza catalana versus raza castellana, pero sí de identidad catalana versus identidad española. Y ese insoportable y displicente complejo de superioridad del nacionalismo catalán.
Vale decir que la afirmación heráldica persiste con parecidos objetivos políticos. De hecho, vamos a peor: del Estado compuesto de Almirall a la secesión de Carles Puigdemont.
Y sigue en pie la máxima de Prat de la Riba: “Ser nosotros, esta es la cuestión. Ser catalanes”. Ese fatalismo de la tribu que lucidamente detecta Caja. De aquellos polvos, estos lodos.