Évole y el diálogo posible entre Artur Mas y Felipe González
No soy muy adicto al Salvados de Jordi Évole, en general porque siempre he pensado que la televisión acostumbra a ser al periodismo lo que la brocha gorda es a la pintura. Pese a esa creencia, que me impide seguir algunos programas de Ana Pastor a pesar del consenso corporativo que suscitan, debo reconocer que el periodista barcelonés consiguió un producto informativo soberbio: un cara a cara entre un presidente de la Generalitat en busca de apoyos y un ex presidente español que dedica su tiempo de jubilado a tareas pedagógicas, como la de ayer.
Que Artur Mas y Felipe González dialogaran sobre Catalunya es una gran noticia. Que fueran capaces de hacerlo en un tono respetuoso, no teñido por el electoralismo de los debates al uso, y que además sus posturas, por alejadas que se hallen, fueran expresadas con naturalidad y escrupulosa vocación democrática es una gran noticia. Con independencia, claro, de que en twitter enseguida la caballería de uno y otro lado se dedicó a menospreciar una hora de televisión en prime time de enorme valía.
Hubo tics con los que me quedé más sorprendido. Por ejemplo, la irreversibilidad de las actuaciones de Mas (la consulta, por supuesto), que confesó a su interlocutor sin complejos. Es la primera vez que compruebo que el President, al que tenía por un tecnócrata, ha aprendido algo de política. También fue destacable la parte en la que ambos debaten sobre legitimidades democráticas y ámbitos de discusión del tema catalán. Felipe le ganó la mano en el asunto internacional y cuando le recordó que esa tendencia a homogeneizar todo lo que procede del otro lado del Ebro es peligroso, y que la historia ha demostrado que no hay una España uniforme, sino muchas y diferentes. Por cierto, de izquierdas y de derechas, aunque esas distinciones las hayamos difuminado en Catalunya.
El programa de La Sexta tuvo un momento álgido cuando por el devenir de las conversaciones quedó claro que aún resta algún espacio de diálogo, antes de que los trenes choquen (Felipe) o se vayan al apartadero (Mas lo llama vía muerta). Y que el President no está especialmente preocupado ante una eventual fractura de la sociedad catalana. Ojalá tenga razón en eso, como sería deseable que Felipe la tuviera en la posibilidad, o casi en la fe, de reconducir una situación demasiado podrida a estas alturas.
El problema mayor es cómo se le da la vuelta a los enquistamientos. Y para ello conviene recuperar la política en letras grandes y expulsar del campo de juego sin miramientos los comportamientos radicales que brotan por doquier. De entrada, Évole ha contribuido con un espacio televisivo sensato y que seguro que ha obligado a reflexionar a una parte importante de la población peligrosamente ausente del debate.