Europa y la inmigración: alma o acuerdo

Parte de Europa ha convertido el pequeño continente en una fortaleza inaccesible para los pobres

Como en el chiste del “qué prefieres, susto muerte”, los dirigentes europeos se han visto obligados por buena parte de sus ciudadanos a convertir el pequeño continente en una fortaleza inaccesible para los pobres.

El acuerdo de la pasada madrugada satisface a todos menos a Merkel y los que como ella piensan. O mejor dicho, sienten desde la convicción de sus entrañas que estamos siendo injustos con los miserables.

Europa no se ha quedado sin alma porque ya la había perdido cuando acordó pagar a Turquía para que retuviera en el alud de refugiados, desde luego en condiciones infrahumanas, mucho peores que las de los campos de Grecia o los CIE españoles. Simplemente, ha exhibido su pérdida, casi con orgullo.

Por fin se ha levantado el velo de la hipocresía. “Somos egoístas, tan egoístas como los votantes de la extrema derecha que nos acusan de lo contrario, nos hemos quitado la máscara para que lo tengáis claro”.

Un dispositivo de emergencia esperó a los migrantes del Aquarius / EFE

 El Aquarius ha sido una muestra de la división que existe en Europa en política migratoria / EFE

Una cifra basta para demostrar que las políticas anti inmigratorias ya funcionaban. En tres años, la presión migratoria sobre nuestras fronteras exteriores se ha reducido en un 90%. El nuevo propósito es que no llegue nadie.

El método, de patente intelectual y administrativa española, es muy sencillo. Se trata de pagar a los países por los que deben transitar las masas que huyen de las guerras y la miseria a fin de que no les dejen acercarse a Europa. Si Donald Trump pudiera hacer algo parecido con México se ahorraría el muro.

Los que llegan a la costa marroquí o aguardan un descuido ante las murallas de Ceuta y Melilla son muy pocos. La inmensa mayoría vagan o mueren en el desierto, lejos de toda posibilidad de auxilio humanitario. Lejos también, que es lo principal, de las miradas denunciadoras de los medios de comunicación.

Algo parecido ha sucedido en la caótica Libia. Allí, los señores de la guerra han descubierto que les sale más a cuenta combatir a los indefensos inmigrantes que a las facciones rivales, de modo que compiten por el maná que llega de Bruselas para pagar sus trabajos de gendarmería desalmada.

Los señores de la guerra han descubierto que les sale más a cuenta combatir a los indefensos inmigrantes que a las facciones rivales

Al ser tan grande la presión migratoria, aún quedan algunos, cada vez menos, que consiguen embarcarse. Soluciones: una, patrulleras de terceros países que no ese anden con chiquitas por culpa de los dichosos derechos humanos; dos, acusación a los barcos humanitarios de rescate de colaborar con los traficantes de seres humanos.

El tres son los centros de internamiento, ya sean dentro o fuera de la Unión. Mejor fuera, claro, por lo del corazón que no duele cuando los ojos no pueden ver. El cuatro, la devolución de los no clasificados como refugiados, o sea casi todos. De momento no será en caliente. Tiempo al tiempo.

No somos Estados Unidos

Lo asombroso de la fortificación de UE, la verdadera diferencia con el otro receptor de inmigración no deseada, Estados Unidos, es que nuestros dirigentes se cuelgan la medalla de estar haciendo lo mejor. La izquierda que no aplaude o bien calla o es silenciada.

Todos contentos por decreto. Y luego andaremos diciendo que Europa no sirve para nada. Pues por lo visto no sólo cierra el paso a la inmigración con creciente eficacia sino consigue obstruir aún más la espita de la solidaridad.

Por lo menos en Estados Unidos una presentadora de televisión puede llorar ante las cámaras. La indignación popular y los buenos sentimientos generalizados, incluidos los de sus familiares, obligaron a Trump a corregir sus medias en veinticuatro horas.

En Europa no. Incluso cabe decir que gracias a un tan eficiente acuerdo, la bondadosa Merkel se ha salvado. Nada de alma sin acuerdo. Obligándola a escoger acuerdo sin alma, hemos conjurado buena parte del populismo de extrema derecha. La enhorabuena, albricias y tres hurras en el sepelio del humanismo.

Después habrá que ver cómo satisfacemos primero y explicamos luego la necesidad de compensar el declive demográfico con la entrada masiva de inmigrantes.