Europa y el Mediterráneo: la fuerza de ir juntos

 

El impacto de la Primavera Árabe y de la grave crisis financiera en el desarrollo de ambas zonas y en el proyecto de Asociación Euro-Mediterránea, es obvio. Pero tal vez es el momento repensar e impulsar juntos un proyecto capaz de competir en un mundo cada vez más conectado y cercano y, sobre todo, centrado en impulsar grandes áreas o uniones económicas gigantes. La semana pasada, tres potencias asiáticas, China, Japón y Corea del Sur, anunciaron la creación de una futura zona de libre comercio. Estos países representan el 20% del PIB y el 19% de las exportaciones a nivel mundial. Si a la iniciativa se suman otros miembros de Asia, será el primer poder económico mundial. También Estados Unidos está impulsando proyectos similares hacia el Pacífico y hacia el resto de Norteamérica y Centroamérica.

La región Euro-Mediterránea reúne a una población de 800 millones de habitantes, ofrece ventajas específicas y competitividad dentro de la nueva división internacional de trabajo y de cooperación. Al tener dos continentes complementarios, la región está llamada a jugar un papel protagónico en el panorama mundial. Pero antes, debe favorecer la construcción de una zona estable, próspera y sostenible. Europa tiene una oportunidad histórica para incidir en el desarrollo y la interdependencia económica de la Mediterránea. Por tanto, la UE debe asumir una política global y prioritaria y que consolide la Unión por el Mediterráneo (UpM).

Algunos datos nos ayudarán a situar mejor el contexto económico entre ambas zonas. La región mediterránea sur y oriental, con más de 250.000 millones de euros, está entre los primeros socios comerciales de Europa. El 70% de las importaciones proviene de la UE, mientras que el 12% de las exportaciones comunitarias se dirige a los 12 países que conforman el Mediterráneo sur y oriental. El 80% de estas exportaciones proviene, básicamente, de cinco países: Italia, Alemania, Francia, España y Gran Bretaña. Más de 8.000 empresas europeas están instaladas en esta zona.

Sin embargo, la UE sigue siendo el mayor inversor en la zona con más del 50% del total. El 40% del suministro energético de la UE proviene de los países del sur del Mediterráneo y a esto hay que añadir la apuesta por las energías alternativas como la solar con un plan de inversión de 3.000 millones de euros. Diez millones de emigrantes de esta zona trabajan en la UE y transfieren cuantiosas remesas cada mes.

No obstante, existen elementos que dificultan un desarrollo armonizado de esta asociación como los sistemas políticos opuestos, los niveles desiguales de desarrollo económico, las estructuras económicas y sociales diferenciadas, una cierta ausencia de disciplina monetaria y fiscal, una dependencia de las exportaciones energéticas y productos primarios en contraste con un bajo dinamismo de las exportaciones manufactureras.

Estas dificultades obligan a potenciar reformas estructurales políticas y económicas para vertebrar económicamente todo el territorio y asegurar el éxito de la Unión por el Mediterráneo en este nuevo escenario de grandes transformaciones.

Para ello, se requerirá velocidad para construir una estrategia mediterránea económica y financiera unificada y será necesaria la creación de un Banco de Desarrollo para el Mediterráneo, como en América Latina o Asia. Crear esta nueva institución sería una medida útil si la UpM pretende proporcionar una referencia creíble y producir expectativas favorables para su crecimiento. Hay que dar una mayor relevancia a los instrumentos financieros e institucionalizarlos, dotarlos de sus propios medios. El futuro banco tendría que ser un espacio privilegiado de acción para instituciones y empresas, destinándose tanto a las reformas como a canalizar las nuevas inversiones. Otra de las prioridades debe ser el apoyo a las pymes para facilitar su acceso a la financiación, ya que constituyen más del 90% del tejido empresarial Mediterráneo.

Para avanzar, serán necesarios instrumentos y programas eficaces para profundizar en las relaciones económicas Euro-Mediterráneas y para redefinir el papel de gobiernos y las empresas en el marco de la asociación. En el proceso de creación de un Mediterráneo global y competitivo, todos los actores, especialmente las empresas promotoras de la actividad económica, se dibujan como actores claves.

El cambio que se avecina implica apostar por un nuevo marco de cooperación en un espacio común de carácter innovador que implicaría fijar nuevas prioridades, un conocimiento más profundo de los problemas de la región y orientado a constituir un eje básico de la evolución entre Europa y el Mediterráneo.

Es un reto exige la suma de compromisos y unir fuerza se dice que el Mediterráneo es un mar demasiado estrecho para separar y demasiado ancho para unificar. Europa tiene que implicarse. Su futuro está estrechamente relacionado con la capacidad de desarrollo económico y social de los países de la otra orilla. En estos momentos de cambios profundos se demuestra la necesidad del proyecto Mediterráneo. Si no, Estados Unidos y China, entre otros, entrarán en el patio de este vecino tan cercano a Europa.