Europa ha muerto

Europa ha muerto. Es el título de una canción de Ilegales, un grupo de culto de finales de los años ochenta. La letra era irónica. No hay muro en Berlín, no hay bancos en Suiza, no hay Papa en Roma: Europa ha muerto, cantaba Jorge Martínez. Y ahora podría tener toda su vigencia.

Europa no se gusta a sí misma. Los retos se reproducen. Y las instituciones que se constituyeron para lograr una mayor unidad no es que no sirvan, es que no se respetan.

La crisis de los refugiados prueba esa afirmación. Se vive estos días en Estrasburgo, donde, una vez al mes, se celebra el plenario del parlamento europeo, que trabaja habitualmente en Bruselas. Ya se sabe que Francia sigue mandando, y que no quiere renunciar a Estrasburgo. El Parlamento europeo está en contra del «acuerdo» de la Unión Europea con Turquía.

Y por eso la Comisión Europea no lo somete en la cámara. Han sido los jefes de estado y de gobierno los que decidieron un pacto «vergonzante», según los eurodiputados, para que Turquía acepte contener a los refugiados que huyen de Siria, a cambio de dinero y de expedir visados para los turcos. Pero la competencia sobre esos visados es del Parlamento europeo, que sufre un doble chantaje, de Turquía, que amenaza con incumplir el acuerdo, y de la Comisión Europea, que le dice a la cámara parlamentaria que Turquía «casi cumple» los requisitos para obtener esos visados.

Lo explican con pasión los eurodiputados Juan Fernando López Aguilar (PSE), Teresa Jiménez Becerril (PPE), Maite Pagazaurtundúa (ALDE) y Marina Albiol (GUE/NGL), en un encuentro con periodistas, demostrando que los diputados pueden defender las causas en las que creen, más allá de sus siglas políticas.

El Parlamento europeo se defiende. El problema no es Turquía, no es el Gobierno turco de Erdogan. Es el problema de Europa con ella misma, con sus instituciones. Lo señaló López Aguilar, al recordar que la cámara controla y fiscaliza a la Comisión Europea, y, de rebote, a los propios jefes de estado y de gobierno, que han involucionado, al acordar y presentar todos los acuerdos en el Consejo Europeo, orillando a las instituciones europeas.

Es esa la idea que constata que Europa ha muerto, porque, en realidad, no se quiere que nazca con toda su potencialidad. El Parlamento europeo cobró mucho poder con el Tratado de Lisboa. Es una cámara de control de la Comisión Europea, y con capacidad legisladora. Pero se ha visto relegada

Europa
López Aguilar, Jiménez-Becerril, Pagazaurtundúa y Albiol, en Estrasburgo.

Son los propios interesados los que deberían alzar su voz. Y lo hacen, con un eco relativo por parte de los medios de comunicación, que siguen centrados en los problemas domésticos de cada país. Fue Jiménez-Becerril quien clamó: «Llevo siete años aquí y no veo que se dé pie con bola».

¿Quién falla? ¿Por qué los ciudadanos dirigen sus quejas ‘contra’ Europa, al entender que no sirve para nada, cuando son los gobiernos nacionales los que no desean que Europa sea una realidad?

Lo explicó también el vicepresidente primero del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, al reclamar que, tras el referéndum en el Reino Unido, sobre el Brexit, la Unión Europea asuma –pase lo que pase—que «debe acometer cambios», y que deben pasar, entre otras cuestiones, por reformar el Banco Central Europeo (BCE), para que se asemeje a la Reserva Federal de Estados Unidos.

En caso contrario, Europea se convertirá –lo es ya—en un plañidero, en un lugar en el que se podrá dar rienda suelta a nuestras conciencias, sin tomar medidas efectivas. Será, –es—un lugar idóneo para prepararse para las carreras políticas nacionales, sin aspiraciones a convertir Europa en una gran federación.

Porque sólo se actúa con el objeto de parar los golpes mediáticos, como ha ocurrido con la crisis de los refugiados. Se prometió una inversión millonaria de 62.000 millones de euros para buscar soluciones estructurales en África y Oriente Próximo, para evitar las masivas migraciones que se temen. Pero el plan sigue frenado por los gobiernos nacionales.

En cambio, se logró reunir en pocas semanas un montante de 3.000 millones para Turquía, con ese acuerdo que los eurodiputados califican de mera «declaración de prensa», y que debería ser ratificado por la cámara parlamentaria.

Ya lo dijeron Los Ilegales. Europa ha muerto. No sabían que iban a ser proféticos.