Estimados políticos: aprendan a mentir

Ya en el siglo XVIII intelectuales británicos nos enseñaban el valor de la mentira en política. No creerán los mediocres políticos actuales que esto es invento suyo. Ni mucho menos.

La mentira no se improvisa, se calcula, se cultiva, se destila y se sopesa. Tiene sus reglas. Es un arte sabio, útil y bello, señalaba Arbuthnot en el manual satírico El Arte de la Mentira Política, atribuido  a Jonathan Swift, el autor de Los Viajes de Gulliver.  

Afirma este tratado, además, que el pueblo «no tiene ningún derecho a la verdad política como tampoco debería poseer bienes, tierras o castillos. La verdad política debe seguir siendo, como esos otros patrimonios, una propiedad privada«. Hace tres siglos que se escribió,  pero nos suena ligeramente, ¿no es así?

Tras el último escándalo de las sociedades offshores, y los que están por llegar, debería ser el libro de cabecera de nuestros políticos en funciones. Si lo suyo es mentir, que lo hagan bien. ¿Por qué no buscar la excelencia?

Sería útil repartirlo en mítines, reuniones a puerta cerrada,  adoctrinamiento de las nuevas generaciones. Puede ser un manual de gestión de crisis cada vez que sale algún caso de corrupción. Que ya nos tienen aburridos con eso del «no tenía ni idea», «no recuerdo lo que heredé de mi padre» o «no sé qué hace ese jaguar en mi garaje». Por favor, hagan las cosas bien, sean creativos, aprendan a  mentir.

Si Soria hubiera leído a los clásicos podría decirle a su amigo Rajoy, (tal y como él lo describe) con la cabeza bien alta, que él ha cumplido su cometido. Que en fin, tal y como relata el tratado, «al igual que el más vil de los escritores tiene sus lectores, el más grande de los mentirosos tiene sus crédulos: y suele ocurrir que si una mentira perdura una hora, ya ha logrado su propósito, aunque no perviva«.  

Las mentiras de Soria y sus medias verdades sobre UK Lines duraron dos días. No está del todo mal, pensará. Pero lo más curioso de este despropósito es que él mismo se ha las creído. Se ha creído que no es culpable sino víctima de una terrible amnesia. Que su único delito es no haber reaccionado de forma ágil ante la confusión. Su único error es para él, su torpeza.

Lo peor que le puede pasar a un mentiroso es creerse sus propias mentiras. Y es que no sólo se las ha creído él, también su partido. Se han volcado con él, hasta que no han tenido más remedio que depurarlo.

Ahora, Soraya simplemente alega que se trata de una decisión personal, como el que decide que va a pedir un crédito al 8% TAE, y Rajoy, el hombre templado, declina, para variar, hacer cualquier tiempo de comentario sobre cualquier tipo de asunto.

Pero si tan convencidos están que no hay nada reprochable y nada ilegal en crear sociedades offshore en paraísos fiscales, más allá de los juicios morales de cada uno, ¿por qué lo negaron en un primer momento? ¿Por qué no lo han explicado de forma clara? ¿Qué necesidad hay de mentir, cuando no hay nada que ocultar?  ¿Y por qué han aceptado de buena gana, entonces, su dimisión? ¿En qué quedamos? ¿Cuál era el plan?

A ver si aprendemos de una vez que para entrar en política hay que ser intelectual, tener ciertos referentes. Si se miente se miente bien, con razón y con fundamento. Y si no, mejor que no lo intenten, porque se meterán en un embrollo en el que ni los ciudadanos, ni ellos mismos, entienden absolutamente nada.  

Estimada clase política, háganse un favor y antes de intentar engañarnos, revisen a los clásicos. Por lo menos, nos merecemos ese trato deferente.

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