Esther Koplowitz: el capitalismo rancio
El valor engendra supersticiones. Hace exactamente un año, Esther Koplowitz le pidió al ex presidente de Vivendi, Jean Marie Messier, que le ayudara a restructurar la deuda de FCC. Y esta misma semana, la empresa constructora ha cerrado un acuerdo con Carlos Slim, su nuevo accionista de referencia. Sobre el papel, se diría que ha llegado un vendaval. Pero en el consejo de administración de FCC, la hija mayor de la patrona, Esther Alcocer Koplowitz, su esposo Pablo Santos, la segunda hija, Alicia Alcocer Koplowitz, y el segundo consorte, Fernando Ortiz, respiran aliviados. El palé, juego por antonomasia de los herederos que han pasado de empresarios a rentistas, podrá sustituir al fin las interminables sesiones del steering committee de la banca acreedora. Se acabaron las caras largas delante del negociador Messier. El patrimonio se ha salvado. El amigo de mamá regresará a la Riviera y todo volverá a ser como antes. No seremos los dueños, pero seguiremos pareciéndolo.
Messier perteneció al consejo de FCC, en la etapa en la que Vivendi (el conglomerado Havas, Canal Plus, Mifflin, etc.) era accionista de la constructora española. Pero hoy, el ex presidente de Vivendi es un ángel caído desde que la Justicia probó su ocultación de información a los inversores. Y media Francia se pregunta: qui devienne? ¿En qué se ha convertido el golden boy que dominó el mundo de la comunicación? Pues en asesor de doña Esther Koplowitz, la hermana mayor de las protegidas de Ramón Areces (Corte Inglés), instalada en un recio rincón de la Avenida de la Habana, en el Madrid inerme.
El encuentro Koplowitz-Slim es un ejemplo menor de la gran concentración de poder económico, entendida como último eslabón de la crisis. Esta concentración se hace visible en ejemplos como el consorcio iniciático Telefónica-British Telecom o en la plataforma aeronáutica consolidada British-Iberia, dos ganadores por su alta dosis de conocimiento, eje de la nueva economía. Por su parte, FCC, aunque encaja en la misma vocación, representa un modelo superado en el que la herida del dinero solo se restaña con más dinero. Agobiada por la deuda, la presidenta del grupo constructor ha topado con una fuente inagotable. A través de su firma nuclear (Inmobiliaria Carso), Carlos Slim ha acabado entrando en FCC con un 25% del capital y dejando a Koplowitz en minoría (23,5%).
¿Qué buscan los grandes gestores de fondos internacionales en una constructora de obra civil? FCC es intensiva en capital; compra solares, participa en concursos públicos, transforma el ladrillo en puentes, autopistas o edificios; y finalmente vende. Es una de las grandes licitadoras españolas junto a ACS (Florentino Pérez), Ferrovial (Del Pino) o Acciona JM Entrecanales), auténticos bancos de recursos. Anticipan dinero, subcontratan la obra y rematan la faena llaves en mano. «Los listos viven de los tontos y los tontos trabajan», escribió Bertolt Brecht (Diarios, 1920-22). El proceso de integración de las licitadoras pasa precisamente por externalizar lo que debería ser su know how. No son industrias sino meras financieras. Y, en el caso de FCC, una financiera financiada a su vez por los bancos (Bankia y Santander), que ahora le reclaman una deuda que roza los 5.000 millones de euros. ¿Pero quién quiere comprar deuda? ¿Quién quiere duros a cuatro pesetas? Pues, por lo visto, Carlos Slim y otro que se le adelantó disimuladamente hace un tiempo, nada menos que Bill Gates, aunque con un participación de amigo (el 5,7%).
En plena deflación, los patrimonios endeudados (la Koplowitz) son pasto de los tiburones. El empresario-inversor, una estirpe alejada del modelo schumpeteriano, es presa de la falsa inocencia, la enfermedad común de los miedosos. Con el desembarco de Slim, la aventura de Messier en calidad de asesor tendrá esta vez un final feliz. El ex presidente de Vivendi, un enarca de la Ecole Nationale d’Administration, presenta un perfil inspirado en los perdedores de Patrick Deville, autor de Peste&Cólera (Anagrama), un repaso finisecular en el que los negocios y la sed de aventura reúnen los intereses de refugiados ilustres.
Con el control de FCC, Slim entra de nuevo en un país en el que la presión de la calle ha dado paso a una nueva orografía política. El millonario mexicano, número uno en las últimas listas de Forbes y Challenges, no le teme al futuro. Enjuaga deuda de terceros a base de recursos propios. Le esperan los bienes raíces de los Koplowitz, el auténtico botín. Su dinero llueve del cielo para abonar la tierra infértil del capitalismo rancio.