Estética Villarejo
Las grabaciones y confidencias del excomisario Villarejo solo tienen un propósito: ocultarnos la verdad
El director de cine Orson Welles dirigió la película Sed de Mal, en la que también interpretaba al corrupto jefe de policía Hank Quinlan. Al ser preguntado sobre la dimensión moral de su personaje, Welles respondió: “Quinlan, más que detener y llevar al culpable hasta la justicia, lo que quiere es asesinarle en nombre de la ley, sirviéndose de la policía, y aquí es donde está el argumento fascista, un argumento totalitario, contra la tradición de las leyes de la justicia humana…”.
José Manuel Villarejo, que se valió de su cargo como comisario del cuerpo policial del Estado español para, posteriormente, servirse de ello y utilizar sus conocimientos para presuntamente chantajear, extorsionar, vilipendiar o engañar, permite entender cómo la limitada idea de concebir el mundo basada en el ‘todo vale’ puede llegar a imponerse en la vida pública española.
Las acciones de Villarejo definen una forma oculta de ejercicio del poder aprobada por estamentos del Estado
La trayectoria del excomisario Villarejo, al que se le vinculan todo tipo de tropelías, como espiar a Baltasar Garzón, a Pablo Iglesias e incluso a elaborar informes para la denominada Operación Cataluña con objeto de frenar el independentismo, no sólo supone haber cometido posibles delitos sino también asentar la estética de la fealdad que actualmente contamina todo.
Todas sus acciones, ahora observadas como grotescas, como bravuconadas chulescas, no deben apartarnos de lo esencial: sus acciones definen una forma oculta de ejercicio del poder aprobada y alentada por estamentos del Estado.
Al margen de los límites que impone la ley a todos los ciudadanos, las llamadas cloacas del Estado – por el uso de sus métodos – no designan con exactitud lo que realmente hay que advertir que se podría resumir con esta invocación: ¡Descender tras de mi estela hacia el abismo!
Las elecciones: una oportunidad
El abismo al que nos quieren hacer descender, sin que nos percatemos de ello, es hacer triunfar los ‘argumentos fascistas’ y los ‘argumentos totalitarios’ en el seno de la democracia.
Las elecciones generales también deben ser leídas como una oportunidad para que los electores elijan entre establecer la estética Villarejo, que ahora se sienta en el banquillo de los acusados pero que no hace mucho servía al estado, o neutralizarla con los votos.
Las grabaciones y confidencias de Villarejo solo tienen un propósito: ocultarnos la verdad ya que, más que revelar lo que se habla en ellas, lo que permiten atisbar son las prácticas de responsables del Estado basadas en reservarse el derecho de juzgar e imponer su autoridad debilitando la democracia.