Estética o raciocinio
Si yo fuera español mínimamente progresista y, especialmente, si fuera residente en la periferia, tendría que elegir entre la continuidad de la degradación económica y social, y la esperanza del cambio, por más ilusa que fuera. Escuchando reiteradamente los programas económicos de los partidos vinculados a los poderes fácticos, PP PSOE C’s, ya se ve que predomina la continuidad: degradación del sistema laboral, retroceso en investigación e innovación, apuesta por los segmentos de menos valor añadido que comporta crecer en puestos de trabajo no calificados, prioridad a los intereses de los oligopolios contrarios al libre mercado de las pymes y autónomos, etc.
Por eso, la única opción como elector para no votar la supervivencia de las malas políticas, sería votar la dudosa esperanza del ilusionismo de Podemos. Y digo ilusionismo porque se tiene que tener no sólo esperanza, sino fe y caridad, para no ver que Iglesias viene al Mediterráneo a hacer masajes a las orejas de los electores, diciéndoles que los levantinos son la clave del cambio en España. Y son tanto la clave que el programa de Podemos abandona el eje ferroviario mediterráneo, y no se atreve a reconocer el injusto y pernicioso sistema de financiación que produce enormes déficits fiscales precisamente en el Mediterráneo de Cartagena a Portbou y de Morella a Mahón.
Repito, incluso siendo consciente de este atrezzo teatral filomediterraneo que esconde las resistencias jacobinas de toda la vida, a un valenciano y un mallorquín le costará mucho no votar las confluencias podemitas. Porque Valencia y Mallorca salen de un periodo de oscuridad histórico, en manos del españolismo de derecha más recalcitrante, que ni siquiera decoraba con un atrezzo sus políticas abiertamente antibaleares y antivalencianas. Por eso les tiene que gustar que les digan que gracias a ellos cambiarán España.
Pues, que voten las confluencias; es lo que toca. Del mismo modo que la confluencia catalana del 2003 sirvió para hacer la última apuesta por la reforma federal de España, hecha desde Cataluña. El resultado es de todos conocido: reacción ultraespañolista que ha hecho retroceder al mínimo el autogobierno, y que ha disparado la guerra económica abierta del aparato del Estado contra todos los catalanes. Esta última década, casi una mayoría social ha pasado de querer reformar España a querer marcharse. La confluencia de izquierdas fue una etapa necesaria en Cataluña. Por eso, ahora es una etapa necesaria en Valencia y Baleares.
Pero que los dirigentes de En Comú Podem quieran volver a vender en Cataluña el programa de Pasqual Maragall es una estafa. Este ya ganó y se estrelló contra el Estado. Y la mayoría de las clases populares está sufriendo en injusticia social lo que es la acción de la casta y sus agentes sobre Cataluña. Que se pretenda volver a vender en Cataluña, que ya estamos quemados de mil batallas, que se podrá cambiar el sistema sin plantear el cambio de régimen, es el colmo de la inocencia o de la mala fe. Como lo es, que pretendan vender que fomentarán un referéndum mientras en el programa de Podemos no figura ni el Corredor Mediterráneo, ni el fin del déficit fiscal.
Decía Unamuno «Levantinos, os pierde la estética». Espero que si la gente del área metropolitana de Barcelona o Tarragona reflexionara sólo cinco minutos, le quede claro a quien no votar, si no quieren estar una vez más perdidos por la estética guai de las campañas de «Apoyaré….».