Estas negociaciones son una carrera de fondo en un universo de ‘sprinters’

El presidente Rajoy ha comparecido en La Moncloa para anunciar que si hay nuevas elecciones él será el candidato de su partido, con la intención de insistir en su deseo de lograr apoyo parlamentario o neutralidad de Ciudadanos y del PSOE y para recalcar el peligro que a su juicio tendría para la estabilidad política y económica una coalición que incluyera a Podemos.

Mientras tanto, Podemos sigue «postureando» con abierta chulería, como si hubiera ganado las elecciones, Ciudadanos espera con cara de pena, mientras el PSOE hace esfuerzos para modular su espectáculo de ambiciones personales cruzadas.

El 10 de mayo de 2010, el líder laborista Gordon Brown dimitió de su cargo después de perder las elecciones generales en el Reino Unido, a pesar de haber sacado mejores resultados de los que presagiaban las encuestas. Lo hizo para facilitar un pacto de gobierno con los liberal demócratas de Nick Clegg. Finalmente estos pactaron con David Cameron.

Hay una excelente película titulada Coalition del director británico Alex Holmes que debieran ver los líderes políticos españoles en esta época que estrenan negociaciones para tratar de formar una coalición de Gobierno.

En las elecciones de 2010, ningún partido consiguió mayoría absoluta, lo que no ocurría desde 1974, una situación excepcional en el Reino Unido, hasta el punto de que cuando no hay un partido con suficientes votos para formar gobierno se utiliza el nombre de «hung parliament», o «parlamento colgado».

En la película Coalition se recrean las negociaciones que tuvo Nick Clegg, tanto con los conservadores como con los laboristas, puesto que los dos partidos si conseguían el apoyo de Clegg podían llegar a formar gobierno. La discreción y la finezza fueron las normas de comportamiento de todos los interlocutores.

Todo lo anterior tiene que ver con la situación española, salvo que la idiosincrasia de nuestros líderes, la madurez de la política británica y las prácticas de conservaciones reservadas en marco de lealtad institucional no tienen nada que ver con los hábitos españoles.

He recomendado la película británica para exaltar las peculiares diferencias de la política española. En el Reino Unido, el líder de cada partido tiene que ganarse el voto de sus propios diputados. No hay partidos sumisos a un líder y ha habido situaciones históricas de gran tensión interna en los partidos, pero hay lealtad, debates de altura y civismo en las disputas.

Aquí asistimos a una lucha de poder en el PSOE donde se evidencian las prioridades personales sobre las políticas de partido. Una incapacidad de diálogo sincero, civilizado y desde la honestidad intelectual entre los partidos.

Escuchando las comparecencias de algunos líderes da la sensación de que la campaña electoral no ha terminado y que no se han celebrado las elecciones. La dialéctica faltona, descalificadora y displicente sigue vigente. Parece que los líderes españoles no saben otra tecnología política que la disputa destructiva.

En España estamos acostumbrados a satisfacciones políticas instantáneas sobre la desestabilización y el descrédito del adversario. Por eso parece que casi nadie entiende que este proceso va a ser largo, que hace falta ser discreto y prudente y que quemar naves no conduce más que a reducir las propias posibilidades.

Puede que la primera ocasión en que la política española requiere pactos para formar el gobierno de la nación sea una lección muy dura para los usos y costumbres españoles.

Personalmente me tomo una tila cada día para no tomarme demasiado en serio las cosas que escucho. Porque esta es una carrera de fondo en un universo de sprinters. ¡Paciencia!