Estado de estupefacción

Cuanto más tarde en recorrerse la distancia entre el discurso inflamado y la tozudez de los hechos, más daño se hará a Cataluña

El largo camino que arrastra el denominado “procés” no ha conseguido aún que nos acostumbremos a las barbaridades que con absoluta impunidad, o casi, suelen lanzar una buena parte de sus dirigentes. Barbaridades, que más allá de intentar deconstruirlas y que la opinión pública las acabe viendo como lo que son, sólo nos dejan la esperanza tenue de que sean debidamente valoradas en las urnas legítimas

¿De qué otra manera habría que calificar las asombrosas declaraciones de Marta Rovira sobre que el Gobierno amenazó con “muertos en las calles”? Afirmación tan contundente para la que ni siquiera se ha molestado en aportar un mínimo indicio. No lo ha enseñado, claro, porque no lo tiene. ¿Y puede ser la próxima presidenta de la Generalitat de Cataluña? ¡Que nos pillen confesados!

Puigdemont es el presidente legítimo, dice Pascal. ¿Para siempre? ¿Entonces para qué se presentan a estas elecciones si el resultado ya está predeterminado?

¿Pretendía la candidata de ERC justificar así el fracaso de la insurrección independentista? Pero si los medios están llenos de declaraciones de compañeros suyos de militancia y antiguos miembros del Govern cesado reconociendo que no tenían capacidad de hacer realidad la república catalana. Señora Rovira, no hacía falta ninguna amenaza, el parto ya no venía bien.

En similar dirección, aunque con trazos menos gruesos, estarían las palabras de Marta Pascal, la degradada, por los propios Puigdemont y Mas, coordinadora general del Pdecat. Propone que vuelva a ser investido Carles Puigdemont aunque su lista no gane, porque él es el presidente legítimo. ¿Para siempre? ¿Entonces para qué se presentan a estas elecciones si el resultado ya está predeterminado?

Lamentablemente para ella, ese esfuerzo por apoyar el papel del expresidente fugado no le va a hacer ganar puntos ni ante el mismo Puigdemont, que la ha ninguneado públicamente cuando ha podido, porque en esa falsa realidad en la que se ha instalado el prófugo no se necesitan partidos políticos y por tanto, mucho menos, a sus secretarios generales. Haría bien, Pascal, en no desgastarse en seguir manteniendo las apariencias si quiere mantener su credibilidad política.

De realidad y convicciones

En general, todos deberían aplicarse en que sus palabras reflejaran lo antes posible la realidad de sus convicciones más íntimas y así las trasladaran a sus miles y miles de seguidores, tan desconcertados en estos momentos como devotos sin ningún tipo de sospecha en los meses previos a esa estrafalaria declaración de república catalana.

Cuanto más tarde en recorrerse esa distancia entre el discurso inflamado y la tozudez de los hechos del día a día más daño se hará a esa Cataluña que tanto dicen amar.

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