Estado de asentimiento
Se está aceptando con total normalidad que Puigdemont vaya a convertirse en el ‘ama de llaves’ de un hipotético gobierno de Sánchez
Faltan dos semanas para que se constituyan las Cortes y a medida que la agenda avanza, persiste la pregunta recurrente ¿Cuánto cederá Pedro Sánchez ante los independentistas para asegurarse un gobierno que no le han dado las urnas? Se admiten apuestas porque los portavoces del candidato a revalidar la presidencia de gobierno aseguran que no se saltarán ninguna línea roja.
Nada que pueda ser calificado de anticonstitucional mientras les dicen a los secesionistas catalanes que no se crezcan tanto en su pulso negociador. Pero hechos son amores. Y ya hemos visto actuar a Pedro Sánchez traspasando límites que no se debían haber cruzado en democracia desde que se puso a remover el Código Penal para favorecer a quienes incurrieron en el delito de secesión o el de malversación. Pedro Sánchez abandonó el centro desde que se podemizó con Pablo Iglesias.
Y no le ha ido tan mal porque ha logrado movilizar el voto vago de la izquierda que, sobre todo en Cataluña, ha terminado por no distinguir al PSC de Illa de los secesionistas. Y es que, al final, todos los atajos en el bloque del populismo progresista que pretendían castigar a los independentistas, conducen a Pedro Sánchez.
Y desde la casilla de Sánchez se vuelve al pozo profundo de los que quieren romper España. Que es con los que ha decidido pactar por necesidad de supervivencia. No es la ideología. Es el poder. Y los votantes no se sorprenden. Sus seguidores no se sienten engañados y se está aceptando con total normalidad que el prófugo Puigdemont se esté convirtiendo en el ama de llaves del hipotético gobierno de Sánchez.
Si, para gobernar, Sánchez tiene que depender del extorsionador que declaró la independencia unilateral de Cataluña durante ocho segundos y luego huyó del país escondido en el maletero de un coche, vamos a ver unas secuencias de chantaje al Estado que nos van a recordar los tiempos del procés. El referéndum de autodeterminación. La amnistía. El perdón de la deuda en Cataluña.
Los socialistas críticos, voces en el desierto
Pero aquí nadie se escandaliza. A la misma opinión pública que se rasga las vestiduras ante Trump porque, estando imputado, puede presentarse como candidato a su investidura, le parece normal que estemos preguntándonos qué es lo que pide uno de los mayores enemigos de España al candidato Sánchez.
Y qué está dispuesto a darle el dirigente socialista ¿Ningún reparo a que el próximo gobierno de izquierda populista tenga que depender de ERC, de Bildu y de quién intentó dar un golpe a la Constitución desde el poder en Cataluña? Silencio oficial. Asentimiento. Seguidismo de la bandera que lleva estampado el rostro del líder.
Que pierdan toda esperanza quienes confían en que los socialistas de pura cepa vayan a atreverse a sacar la cabeza. Son voces en el desierto que han perdido toda influencia y que ya no disponen de los cauces de partido para disentir porque cualquier brote de libertad de expresión crítica fue laminado por el propio Pedro Sánchez cuando volvió por sus fueros a tomar las riendas del partido.
Sólo pueden limitarse a ejercer su derecho al desahogo firmando manifiestos o escribiendo brillantes columnas de opinión. Pero Sánchez se fuma un puro con esos destellos de inconformismo. Porque sabe que ,en sus bases, no hay músculo con pensamiento propio.
Aislar al ganador de las elecciones
No ha ganado las elecciones. Pero como se ve con posibilidades de formar gobierno si le acompañan todas las comparsas citadas, lo que pretende es aislar a Feijóo. Es su cruzada de verano. Vetar a quien ganó las elecciones. En ese empeño está centrado Pedro Sánchez por tierra, mar y aire. Por Ferraz, La Mareta y Marruecos.
No está escrito que se deba permitir gobernar a quien haya ganado en las urnas. Pero siempre ha sido la lista más votada la primera en intentar formar gobierno. Y no es menos cierto que Sánchez prometió hace cuatro años reformar la Constitución para que gobernase la lista más votada. Pero sus palabras se las lleva el viento.
La diferencia entre el PSOE y el PP es que mientras Feijóo tiene reparos con Vox, a Sánchez no le da ninguna vergüenza pactar con quienes quieren romper España
El giro que ha dado en Ceuta para que su partido no pacte con el PP, el partido más votado, sólo se explica en su cruzada de aislar a Feijóo. Para forzarle a dejarse apoyar por Vox. No es la estabilidad lo que le importa. Es, de nuevo, el poder.
La diferencia entre el PSOE y el PP es que mientras Feijóo tiene reparos con Vox, a Sánchez no le da ninguna vergüenza pactar con quienes quieren romper España. Se verán las caras en las investiduras. Primero, la de Feijóo. Luego, la de Sánchez. Ese debería ser el orden lógico. Gobernar ya será otro cantar.