Estabilidad casi inexorable
Hay partidos políticos españoles que se han dado cuenta de que estamos en un nuevo ciclo, aunque algunos se resisten y otros dudan
Tal como pinta la investidura, el mayor factor contrario a la estabilidad política española es el sector radical del universo post convergente, sus herederos, sus allegados y sus aliados objetivos del alicaído Tsunami.
Vivimos en un mundo de mayorías y minorías, de pactos y batallas, de incertidumbre, desconfianza y sobresalto. A pesar de ello, es preciso señalar que estamos atravesando el umbral que va del ciclón al nuevo ciclo. Quien sepa darse cuenta puede aprovecharlo, quien no, acabará pagándolo.
Afiancemos la anterior afirmación de la manera más gráfica, breve y contundente posible: si nada se tuerce, España pasará de sufrir cuatro elecciones generales en cuatro años a disfrutar de una estabilidad de cuatro años.
No sería necesario recordar el Eclesiastés, el sueño del faraón sobre las vacas gordas y las vacas flacas o la sentencia de Montaigne preferida por Pla que tan bien los sintetiza: “la vida es ondulante”.
Es como respirar, que se efectúa en dos tiempos, como una misteriosa ley natural que no por menos conocida deja de ejercer su implacable influencia tiránica. Por eso el Tsunami, después del fiasco del clásico del fútbol, entona su canto del cisne como gran movimiento de masas. Después del temporal, la calma. Y viceversa.
Sin tranquilidad en España, pero tampoco en el resto de Europa
Sería muy osado cualificar de calmado el período que se está gestando. Pero basta una mirada a nuestro entorno para comprender que no va a ser de agitación comparable a la de los últimos tiempos. Por aquí, ya la hemos vivido durante bastante tiempo. Toca respiro.
En cambio, en Francia se incrementa la tensión. En Italia, la tempestad amenaza con desencadenarse de una vez. El Reino Unido está sumergido en ella. Por fortuna, las treguas en las guerras comerciales dan un cierto respiro global. Habría que aprovecharlas.
La paradójica, inminente y relativa calma hispana se debe, en último término, a un factor psíquico y anímico inexorable, que consiste en el cansancio que el ardor producen en quien lo experimenta. La adrenalina se descarga por picos. La tensión se puede estirar un trecho, como un chicle mascado, pero no eternamente. Ya son muchos años. Cambio de ciclo.
Lo dicho como telón de fondo. En primer plano, unos partidos que se han dado cuenta de que estamos en n nuevo ciclo y otros que no. La debacle de Ciudadanos se debe a la extrema miopía de sus líderes, erróneamente convencidos de que estirar el chicle de la tensión con todas sus fuerzas les daría el triunfo… hasta que el hilo se convirtió en hilillo y partió.
De ahí las dudas del PP y Pablo Casado. La moderación es lo que les conviene ahora. La negativa a estabilizar el PSOE y escorarlo hacia el centro derecha con su abstención va contra corriente. Puede salirle cara.
Probablemente se ha dado cuenta demasiado tarde. El miedo a Vox atenaza, paraliza e impide al PP abrazar la moderación, abandonar la ambigüedad y dejar el griterío y las salidas de tono como marca exclusiva del bastión de la extrema derecha.
No acaba de estar claro, en cambio, si la colaboración de Podemos a la estabilidad va a resultar beneficiosa o si por el contrario el PSOE va a llevarse el gato al agua. El tiempo, Europa y el contexto económico general van a ser factores de gran importancia, pero a poco que posibiliten algunas medidas sociales significativas, ambos socios de gobierno podrán mantener una singladura sin los grandes sobresaltos que proporciona el vértigo de las altura del poder.
El puzzle de Cataluña
En Cataluña las predicciones son más arriesgadas y complicadas. La izquierda y la derecha independentista comparten un electorado de vasos comunicantes. Dicho electorado experimenta una reacción ambivalente ante el advenimiento de la estabilidad.
Por un lado, es consciente de que sin la contribución clave de ERC, España seguiría hacha un lio. Por el otro, desea que España pague un precio alto por no avenirse a negociar la autodeterminación. Pero también sabe que parte de este precio lo pagaría Cataluña, por lo que la estabilidad sale más a cuenta.
Los motivos de Oriol Junqueras y su partido, ERC, para apoyar a Sánchez pueden ser oscuros. Podría ser que se tratara de un instrumento para dejar en fuera de juego a su rival Puigdemont y conquistar de una vez la centralidad en la política catalana.
Es lo de menos. Lo de más es que la previsible investidura certifica un cambio de ciclo, en el menos positivo de los casos unos añitos de tregua que no vendrán mal a nadie.