España y la productividad, ¿cambiará algo tras el 20D?

Los partidos políticos compiten con agresividad para ganar las elecciones del 20D. Se trata de saber qué gobierno se podrá formar para encarar una de las etapas más complejas de la España contemporánea.

La globalización, positiva para muchos sectores económicos, los que han aprendido a luchar por el mercado, los que han demostrado que saben ganar en productividad, tiene también sombras amenazantes. España ha sabido competir, con una moneda fuerte como el euro, pero corre el peligro de quedarse a medio camino.

O forma parte de los países punteros en los próximos años, o se quedará en tierra de nadie, porque tampoco puede ser –ni lo debe ser—un país que luche con el supuesto atractivo de los bajos salarios.

El profesor Jordi Maluquer de Motes, catedrático de Historia Económica de la UAB, colaborador de Economía Digital, insiste en esa cuestión. Lo viene reflejando en este medio en los últimos meses. Asegura que con la evolución económica, que ha elevado al sector servicios hasta al 75% de la economía española, es urgente que éstos ganen en productividad. Recuerda que entre 1955 y 1985 el aumento fue espectacular, pero que desde 1985 hasta 2013 experimentó un estancamiento preocupante.

Ese debate debería estar ahora muy presente en la campaña electoral. Es lo que pretendemos en este medio, con el objetivo de ver qué salidas puede tener la economía española para ser, realmente, uno de los motores europeos.

En ese sector servicios se encuadra el turismo, cuya industria también tiene su espacio en 02B, la web de Economía Digital. Llama la atención que se insista, después de tantos años, en que los salarios deben estar contenidos, y que España es un gran destino turístico porque es muy competitivo –en precios-.

Otro de los expertos, el economista Miquel Puig, sostiene lo contrario, con una aseveración rotunda: «Contener los salarios puede ser una medida de circunstancias, pero nunca una finalidad por sí misma. No se trata de mantener bajos los salarios para ser competitivos, lo que se trata es ser competitivos para poder mantenerlos altos«, asegura en un muy recomendable libro Un bon país no és un país low cost (Edicions 62).

Asegura Puig que el producto turístico español y el catalán «es más bueno que el francés, el austríaco o el suizo, pero lo vendemos más barato. Lo vendemos más barato porque nuestros trabajadores turísticos cobran menos, y lo que pagan los turistas no son los atractivos, sino las horas de los trabajadores que los atienden», es decir muy poco.

Puig es partidario de un salario mínimo más alto, «digno de se nombre», como ocurre en esos países mencionados. Hay otros economistas que sostienen lo contrario.

La obligación de todos, y de los dirigentes políticos debería ser esa, la de debatir estas cuestiones en profundidad. Depende de ello, para encontrar respuestas adecuadas, el futuro de España.