España, ¿una potencia exportadora en Europa?

Leo en un rotativo madrileño la reseña de una intervención pública de Jaime García Legaz, Secretario de Estado de Comercio, en que se explica que España ha dado un salto espectacular en su sector exterior y que se ha convertido en la segunda potencia exportadora del continente europeo, sólo por detrás de Alemania y por delante de Francia, Italia y el Reino Unido.

La cosa suena a las mil maravillas. Por lo visto, la economía española tira como un cohete. Así que, para saborear la noticia y, de paso, asegurarme de que es cierta, decido consultar la estadística oficial de comercio exterior de España que precisamente elabora y publica la mismísima Secretaría de Estado de Comercio que dirige García Legaz.

¿Cuál no sería mi decepción cuando compruebo que los datos oficiales lucen un «ligero» déficit cercano a los 25.000 millones de euros? Más o menos, dos puntos y medio del PIB. ¡Casi nada!

Para comprobar las presuntas maravillas de nuestro sector exterior, procedo a medir la orientación exportadora de la economía española y la comparo con la de los restantes países de la Unión Europea. Nueva decepción: en términos per cápita, nuestras exportaciones de mercancías están por debajo de la media europea y de casi todos los países de Europa Occidental.

Peor aún, en cuanto a la propensión a exportar –esto es, las exportaciones en porcentaje del PIB–, nuestras ventas exteriores son las más bajas de la UE salvo en el caso de Grecia y Chipre. Seguimos teniendo una economía muy limitada en su proyección internacional. Así que no se hagan muchas ilusiones.

Por Comunidades Autónomas, algunas muestran niveles semejantes a la media europea. Pero son muy pocas. O muy pequeñas. Salvo Cataluña, que se mantiene en el liderazgo exportador desde hace unos ciento veinte años.

Es cierto que la balanza por cuenta corriente muestra un superávit destacable, pero eso es, fundamentalmente, resultado de las espectaculares cifras que ofrece el saldo de la balanza de servicios. Todo el mundo conoce la causa principal: el nuevo ‘boom’ del turismo en los últimos años.

También es de sobras conocida la segunda causa, que se conjuga con saldo de la partida turismo y viajes. No es otra que la atonía de la inversión y la caída de la actividad, que han frenado la expansión de las importaciones.

Así que somos –según García Legaz– la segunda potencia exportadora de Europa solamente si incluimos los ingresos por turismo en las ventas exteriores totales. El atroz salvajismo del yihadismo y la dramática situación de la mayoría de los países del Norte de África y del Próximo Oriente están en el origen del nuevo ‘boom’ de nuestro turismo exterior. Hay poco de que congratularse en este resultado, que acentuará la pobreza y los conflictos en los países que sufren ese flagelo. Y con ello, los problemas para todos. También para nosotros.

Cuando una economía, como la nuestra, se encuentra endeudada hasta las orejas, no tiene más remedio que desendeudarse y eso, por sí solo, trae superávit en la balanza por cuenta corriente. El precio es la reducción de la actividad productiva y cifras de desempleo gigantescas. En eso estamos, a ocho años del comienzo de la nueva gran depresión. ¡Todavía!