España, una constelación de fragilidades
Los responsables políticos siguen sin admitirlo claramente. España avanza, crece, sí, pero no ha resuelto sus problemas, los que se evidenciaron con el inicio de la crisis. El país acaba una semana que debería haber sido decisiva. De forma inexorable todos los partidos se dirigen hacia unas nuevas elecciones, y han tirado a la basura, como los últimos minutos en un partido de baloncesto que se va ganando de calle, unas semanas que deberían haber servido para formar un gobierno.
Las elecciones serán, si nadie lo remedia antes del 2 de mayo, el 26 de junio. Tres días antes se habrá celebrado el referéndum en el Reino Unido sobre su permanencia en la Unión Europea, el llamado Brexit. Y en ese momento la situación internacional se puede enrarecer. Donald Trump batallará para que el aparato del Partido Republicano no le corte las alas, y pueda ser el candidato a la Casa Blanca. Y los inversores internacionales estarán pendientes de los países que presenten más debilidades. En ese terreno estará España.
La prima de riesgo ahora está en los 136,30 puntos básicos. Está muy bien. Pero puede cambiar de forma brusca. Pensemos, como recuerda cada día Mariano Rajoy, que en julio de 2012 esa distancia, respecto al bono alemán a diez años, llegó a los 700 puntos básicos. España, realmente, lo pasó muy mal. No podía financiarse por mucho tiempo con esos intereses. Y fue el Banco Central Europeo, y la figura del italiano Mario Draghi quien resolvió gran parte del problema de los países del sur europeos.
Eso es así. Porque España ha parcheado la crisis, no la ha resuelto. Y la Comisión Europea lo está reflejando ahora, con el palo de la oficina de estadística, el Eurostat, que constata que sólo Grecia ha presentado mayor déficit en 2015, cuando la tendencia en la eurozona y en la Unión Europea ha sido positiva, al reducir el déficit.
¿Qué ha ocurrido? Los corresponsales de medios extranjeros en España se muestran tranquilos, pero advierten de las sombras de la economía española. El New York Times ha reflejado la parálisis política de España en su primera página, en una pieza de su corresponsal en Madrid, Raphael Minder. El mensaje es claro: ojo con lo que pueda pasar en los próximos meses.
Ojo, porque lo que pueda suceder en las elecciones del 26 de junio no será muy distinto a los resultados del 20 de diciembre. Y España no se puede permitir por más tiempo la falta de un gobierno que, primero, negocie realmente con Bruselas, a pesar de que ya ha logrado un techo de déficit mayor, del 2,8% al 3,6%, para 2016, y luego afronte todas las reformas pendientes.
Y es que existe una constelación de fragilidades, aunque se intenten ocultar. Lo decía hasta desgañitarse David Taguas, fallecido en febrero de 2014, jefe de la oficina económica en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Aseguraba que no se había acometido una reforma estructural sobre el gasto, y que, únicamente, se reducían algunas partidas.
El resultado de esa política es que España, a pesar de crecer el 3,2% en 2015, ha tenido un déficit del 5%. Es difícil de explicar, a no ser que se caiga en la cuenta de que ha sido un año electoral, en los municipios, las comunidades, y en la elección de un nuevo gobierno central. Eso no es propio de un país serio.
La erosión de las instituciones, por los casos de corrupción, exigía una reforma que no ha llegado. El problema de Cataluña no es menor, porque se trata del 19% del PIB español, y el reto soberanista no se calma esperando que se reduzca a un llevadero 25% o 30% de apoyo electoral. Eso, en el mejor de los casos. Tampoco se avanza en el País Vasco, donde se podría ir de forma mucho más veloz con la solución definitiva del final de ETA, y el problema de los presos etarras.
En el campo de la productividad económica, los avances han sido mínimos. Muchos economistas proclaman con alegría que ha aumentado esa productividad, pero ha sido, en gran medida, porque se ha echado a muchas personas fuera del mercado laboral. El gasto en investigación y desarrollo ha retrocedido a los niveles de 2007, cuando se trataba de apostar, precisamente, por ello, y con más urgencia de cara a los próximos años. El economista Xavier Vives lo ha señalado de forma muy clara: «España no ha protegido suficientemente a los perjudicados por la crisis y ha dejado de invertir en el futuro».
Taguas insistía en la reforma de las administraciones públicas. ¿Se ha hecho algo? Respecto a las pensiones, con la hucha de la Seguridad Social, que disminuye cada año –para eso está en momentos de crisis– no se ha planteado ni una sola propuesta que pueda alcanzar un gran consenso y que sea viable.
Por ahora, no pasa nada. España sigue avanzando, como un barco de carga. Pero todo puede cambiar de golpe. En junio habrá más incógnitas. Y se supone que debería haber un Gobierno que gobierne, con un ministro de Economía serio y competente, que se mueva bien en Bruselas.
¿Podemos asegurar que eso se conseguirá?