España, un Estado fallido en Cataluña 

El Estado cada vez se acerca más a un Estado fallido en Cataluña, donde se multiplica la criminalidad, huyen las empresas y se empobrece a la sociedad

Los analistas de elordenmundial.com definen un Estado fallido como aquel que no puede garantizar su propio funcionamiento o los servicios básicos a la población. Eso puede suceder por la pérdida del monopolio de la fuerza, un vacío de poder, legitimidad disputada, instituciones frágiles o falta de recursos para satisfacer necesidades básicas de la población.  

Cuando uno lee esta definición es inevitable pensar en Cataluña, un lugar donde hay “una legitimidad disputada” porque el independentismo no reconoce al Estado ni al Gobierno a la vez que, paradójicamente, le brinda apoyo político. Las instituciones son frágiles porque han sido vampirizadas por el independentismo gobernante y donde la mala administración ha llevado a que falten recursos para atender necesidades básicas de la población como la seguridad, la propiedad o los servicios sociales.  

La debilidad del Estado en Cataluña hasta llegar a las puertas de ser un Estado fallido ha sido un proceso largo basado en una política de constante concesión, retroceso del poder del Estado desde un punto de vista de cesión de competencias, retirada de funcionarios y pérdida de visibilidad de las instituciones estatales. Este cóctel ha dado pie a la creación, en Cataluña, de una realidad ficticia en la que un poder, el del Estado español, era substituido por otro, el de un nonato estado catalán incipiente, pero esa percepción era falsa.  

La perdida de autoridad, reducción de recursos del Estado en Cataluña y abandono tanto del territorio como de los ciudadanos no fue substituido por nadie, dio pie al caos y a la arbitrariedad. El poder político nacionalista que negoció legislatura tras legislatura el retroceso del Estado en Cataluña es un grupo de políticos inmaduros tanto en el personal como en lo político, incapaces de tomar decisión alguna y sin más principio ni proyecto que el de la retirada de España de Cataluña tal como si Cataluña fuera una colonia.  

Datos oficiales afirman que Cataluña concentra el 43% de las okupaciones del conjunto  de España, cada día 21 personas ven violada su propiedad. Un Estado que no puede garantizar la propiedad privada es un Estado fallido.  

Asimismo datos del Ministerio de Interior indican que en un año los hurtos, o lo que es lo mismo el apoderamiento de algo ajeno, han crecido un 80% en Barcelona, el doble que en el resto de España. Cada hora su producen 8 hurtos en Barcelona. Un Estado que no puede garantizar la seguridad física de sus ciudadanos es un Estado fallido. 

También desde instancias oficiales hemos conocido que el Estado solo ha ejecutado el 37% de las inversiones en obra pública previstas en Cataluña, es la autonomía con menor porcentaje de ejecución presupuestaria de España cuando sobre el papel es el que tenía la asignación económica de mayor cuantía, más de 2000 millones de €. El Gobierno catalán, también fallido, en este caso por incomparecencia, y el gobierno de España, en retirada de Cataluña desde los años ’80 del siglo XX, son aliados y han basado su hegemonía política en Cataluña en un presunto agravio inversor de los gobiernos de la derecha, este mantra ahora se demostró que es falso, pero sobre todo se ha puesto de manifiesto que el retraso en la ejecución de la inversión se debe a la incompetencia, a la burocracia excesiva, a la idolatría hacia las políticas regresivas y paralizantes de todo proyecto que implique expansión económica.

Cuando uno se opone a los campos eólicos, a la ampliación de infraestructuras básicas como aeropuertos o a la construcción de carreteras lo normal es que no se ejecute obra alguna. Quien no puede llevar a cabo una obra pública planificada es un Estado fallido.  

Pedro Sánchez saludando a Pere Aragonès (ERC) minutos antes de la primera reunión de la mesa del "conflicto catalán" en el Palacio de la Moncloa, el 26 de febrero de 2020 | EFE/Archivo
Pedro Sánchez saludando a Pere Aragonès (ERC) minutos antes de la primera reunión de la mesa del «conflicto catalán» en el Palacio de la Moncloa, el 26 de febrero de 2020 | EFE/Archivo

Pero sobre todo es un Estado fallido aquel que no garantiza los derechos y libertades de sus ciudadanos y en Cataluña el Estado no garantiza a la mayoría de los ciudadanos que sus hijos sean escolarizados en su lengua materna, el español. En Cataluña tenemos un Estado que tolera que la lengua mayoritaria de la población sea tratada como lengua extranjera y tenemos un Gobierno, uno de los pilares del Estado, que permite que una administración territorial prevarique promulgando leyes destinadas a incumplir sentencias. Cuando un Estado no puede garantizar el cumplimiento de una sentencia también es un estado fallido.  

Un Estado fallido no es meramente un concepto político, las consecuencias de un Estado fallido son la salida de capital humano, la huida de empresas en búsqueda de seguridad jurídica y al final el empobrecimiento colectivo.  

Puede haber lectores residentes fuera de Cataluña que podrían creer, erróneamente, que eso no puede suceder en otros lugares de España y que esta es una enfermedad propia y exclusiva de Cataluña. Quien así lo crea se equivoca, un Estado fallido siempre empieza por algún aspecto sectorial o algún territorio y luego se expanda al conjunto de la Nación.  

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