España SA está en concurso de acreedores

 

Una de las verdades más habituales en los Juzgados Mercantiles es que la mayoría de empresas que entran, lo hacen tarde. Muy, muy tarde. Tan tarde, que sólo pueden optar a la liquidación. En el fondo, para algunos estadísticos, es una forma como otra de diluir sociedades y capital humano en este país llamado España.

Siempre existe la duda de saber por qué existe una capacidad tan hispana, diría incluso que latina, como la de resistir hasta el final. Y se buscan a responsables de forma aleatoria en todo momento. Los primeros en pasar por la palestra son los bancos. Prefieren mantener, y más ahora, a un zombie que les genere algunos beneficios que un cadáver putrefacto que lleve más malos olores a sus salas doradas.

Así pues, no es extraño que miles de empresas efectúen sus últimos esfuerzos devolviendo a los bancos aquel hilo de supervivencia que les dejaron con tal de no cerrar. Se tendría que averiguar cuál es el motivo para que el sistema bancario español se quede por voluntad propia el papel de servicio funerario en vez de ejercer el de médico preventivo. ¡Pero eso será otro día!. Hoy, si les parece bien, traslademos el modelo a otra escala. Pongamos la lupa a una sociedad llamada España SA.

Como es Semana Santa, época de pasiones, abordaremos sin rodeos varios números extraídos de los Presupuestos Generales del Estado. Para hacer más inteligible la labor, he suprimido unos cuantos ceros. Es la forma más sencilla para que hagamos nuestros estos números: los dejamos al mismo nivel que la economía domestica.

España SA tiene financiados, a largo y corto plazo, unos 630.000 euros (cifras de 2012). Ingresa unos 265.000 euros al año y, en el mismo periodo de tiempo, gasta casi 285.000 euros. Este año, alguien nos concederá más préstamos por valor de 186.000 euros, el valor de las emisiones de bonos que se realizarán. La mayor parte de estos ingresos irán destinados a pagar deuda. Es decir, haremos la pelota: obtener financió para pagar facturas pendientes. Eso sí, destinaremos 35.000 euros de las emisiones a necesidades de caja.

Esta financiación o emisión –queda mejor y es un término más político– tiene mérito. Reto a cualquier lector a que, con esos números, llame a la puerta a un banco español y solicite financiación para su empresa. España SA factura la mitad de la deuda que tiene, unos 285.000 euros sobre 630.000, y necesita nuevos créditos para pagar los préstamos que le vencen. Encima, la financiación que solicita (186.000 euros) supera en más del 60% la previsión de facturación en 2012.

Regresando a la historia inicial, ¿algún banco o caja aceptaría? Aunque supiera que España SA está más cerca de una situación concursal que de tener alguna opción real de crédito. Pues que nadie se equivoque, los mercados actúan en ese sentido como un banco. Y conocen de sobras que la compañía está al borde de la insolvencia, pero permitirán y aceptarán sus emisiones de deudas.

Como en cualquier empresa zombie, la inestabilidad es pan para hoy y hambre para mañana. Es la ilusión de un empresario que apuesta fuerte por lo que tiene, pero que no es responsable de lo que hace. Seamos francos, en una empresa privada una irresponsabilidad de tal dimensión sería juzgada en piezas de calificación. Aquellas que valoran si el empresario ha actuado de forma correcta. Pero en nuestra España SA, ¿quién se colgará el muerto?

Realmente, creo que nadie ve al Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, o al de Economía, Luís De Guindos, haciendo un mea culpa si se llega a la fase de liquidación. Lo peor del caso es que nadie ha exigido ninguna responsabilidad a los anteriores gestores de la empresa. Volvamos a un concurso. Cualquier juez hubiera separado ya una pieza contra Zapatero y sus amigos por el deterioro que han dejado a España SA. Pero aquí todo el mundo calla. Es más, se les mantiene y paga en el Consejo de Estado. Una institución que, por cierto, tiene más presupuesto que la Casa Real. Ignoro qué leches hace, a pesar de leer su web. Un ciudadano puede criticar a la Casa Real, pero creo que nadie duda de que su representatividad internacional es superior a la del Consejo de Estado. Una institución que la integran, entre otros: José Luís Rodriguez Zapatero, María Teresa Fernández de la Vega, Isabel Tocino, Juan Carlos Rodriguez Ibarra, Alberto Aza o Landelino Lavilla. O sea, es el lugar de los ex.

Pero volvamos a España SA. Con los números del país en la mano, en vez de satisfacer a los acreedores casi 30.000 millones de intereses –una cantidad superior a los recortes– alguien debería tener visión de futuro y asumir responsabilidades. Como la mayoría de nuestros políticos no han trabajado en toda su vida (entendemos trabajo como aquello que genera valor añadido) se comportan como empresarios jóvenes. Unos líderes que siempre confían en un milagro de última hora, se endeuda con nuevas pólizas y, mientras, arruinan su futuro.

Pero existe una diferencia primordial. Ese joven empresario responde con su futuro y los señores ministros y/o presidente/s, cual trileros, juegan con el de todos. Seguramente, es duro presentar el concurso voluntario de acreedores de España SA. Pero un profesional, y dudo que tengan esa calificación, no le temblaría el pulso en llevar los papeles de forma inmediata al Juzgado Mercantil cuando se está en semejante jardín. Aunque reconozco que no se dónde se tienen que entregar en el caso de esta empresa tan peculiar. Con todo, lo obvio es cambiar de tercio.

Tampoco entiendo, más allá de interpretaciones pueriles, cuál es el objetivo del Gobierno actual o a qué oscuros intereses responde. ¿Actúan simplemente desde la ignorancia o la buena fe? En todo caso, si se miran los Presupuestos Generales del Estado uno se da cuenta que a España SA no le queda más camino que la liquidación. Y lo que ahora son lamentos, luego serán lagrimas.

Los concursos son duros, muy duros. Pero a veces son completamente necesarios si se presentan a tiempo. Sirven para solucionar los verdaderos problemas de una empresa. Que nadie espere en ellos sonrisas ni palabras amables. Pero que nadie olvide tampoco que, dilatarlos en el tiempo, es la peor solución que existe. Sí, el concurso es duro, muy duro. Pero la liquidación es simplemente terrible. Allí, directamente, no hay margen de maniobra. Ni tan siquiera palabras. Los ministros Montoro y De Guindos podrían preguntarle a su homólogo griego. A no, ¡perdón! Ahora nadie quiere hablar con él. Y menos aún salir en fotos a su lado.