El principal problema de estar en concurso de acreedores, como España SA, y no reconocerlo, es que el resto sí que lo sepan. Provoca algunos abusos más o menos conocidos.
Para que nadie lo olvide, volvamos a nuestra primera parte y convirtamos España SA, de nuevo, en una empresa cualquiera quitándole algunos ceros en su contabilidad para hacerla mas inteligible.
Nadie dude que en un momento de apuro, si nuestros clientes y proveedores lo saben –como es el caso–, surgen dos tipos de problemas. Por un lado, conseguir financiación es más caro. Ya hemos visto varios ejemplos estos días en España. Además, algunos proveedores exigen pagos por anticipado y muchos clientes retrasan los suyos. Es decir, en una empresa en concurso lo más difícil es cumplir con el presupuesto. Si se traslada a España SA, significa literalmente aumentar el déficit.
No es necesario ir a un juzgado mercantil para darse cuenta que si le debemos dinero a una empresa en concurso en muchos casos parece que da igual pagarle. Aquí, cuando recortamos y recortamos, más de uno piensa porqué se tiene que pagar al Estado. Es decir, cuantos más recortes mayor aumento de economía sumergida. Totalmente contraproducente.
Pero no sólo eso. El evitar reconocer la situación concursal aún provoca una situación más grave: discursos dispersos de cada uno de los directivos de cualquier empresa. Aquí, ministros. No hay una voz común y, lo peor, tampoco un liderazgo claro. La política de comunicación se pudre en informaciones individuales que no hacen otra cosa que incrementar la sensación de inseguridad de los trabajadores de España SA. Ya saben, vayan a una empresa donde corran rumores por impagos de nóminas y verán como la productividad cae en picado. Ese es el ambiente corroído en España SA. ¡Va mal e irá a peor!
Súmenle, además, que cualquier directivo inexperto, preso del pánico, se preocupe más de cumplir con los bancos y abandone en cierto modo a sus proveedores habituales. En este caso, las empresas y personas del país que generan la mayoría de ingresos del presupuesto. Supongo que todo el mundo llega a una misma conclusión: ¡qué desastre de gestión! Los jefes se pasan el día hablando con el banco y, encima, se ponen duros con los proveedores y trabajadores.
Pues, ni más ni menos, lo que Luis De Guindos y Cristóbal Montoro hacen. Han olvidado por completo que quien mantiene el país son las empresas y las personas, a las que ahora asfixian, y se pasan el día de panderetas con los bancos (alias mercados). Éstos, que son ambiguos pero no idiotas, suben sus comisiones en las emisiones y sacan provecho del tema. Mientras, nuestros ministros se pasean aumentando más la presión interna.
Además, el consejero delegado de España SA, un tal Mariano Rajoy, es incapaz de pararse en un pasillo a dar un discurso coherente. Ya tenemos que estar casi asustados del todo. Volviendo a esa empresa en concurso, imaginen ustedes que una compañía de 30 o 40 personas empieza a dejar de pagar nominas, a recortar servicios y, cuando algún trabajador le pide explicaciones, el director huye despavorido. Sin lugar a dudas, un verdadero cimiento para la desconfianza total.
Estamos en esas situaciones en las que, supuestos buenos profesionales, son incapaces de afrontar con garantías una situación convulsa. Seguramente De Guindos, Montoro y Rajoy están acostumbrados a una buena gestión en situaciones cómodas. Pero cuando de verdad hay problemas, sus reacciones son propias de colegiales cobardes que ni tan siquiera son capaces de crear un discurso único.
Podríamos pensar que el peor escenario para España podría ser un presidente inconsciente e ignorante como Zapatero, pero no dudemos que aún puede ser peor tener a un presidente y/o ministro/s que en su vida se han enfrentado a un problema real. Uno era ignorante, pero los actuales líderes están tan atenazados por el miedo que cada vez se acercan más al símil del cobarde. Y esto es aún peor.
Y para salir de una crisis o de un concurso no hacen falta héroes, como algunos piensan, sólo tener claro a quién se tiene que cuidar y porqué es necesario trabajar y esforzarse. Algo que, la verdad, cada vez que los ministros hacen guiños al mercado y machacan a las empresas y personas del país tengo más claro que no son elementos que incluyan entre sus prioridades.
Estos señores no se dan cuenta que se tiene que dar un golpe sobre la mesa y gestionar pensando más allá de los bancos y los mercados. Deben tener en mente a las personas y las empresas. Si estos no consumen, la salida de la crisis o del concurso será cada vez más larga. Los milagros no existen, y repetir el modelo de Grecia sólo nos lleva al abismo. Yo, lo mínimo que espero de un empresario en concurso –aquí, un presidente y sus ministros– es que no mienta, que sea coherente, que sepa liderar y que, ante todo, tenga claro lo que quiere. De verdad, no lo veo en ninguno de ellos.
Había una canción hace muchos años (1979) de un grupo llamado Madness (la Locura) con un título simple: One step beyond (un paso adelante). Una letra adecuada para un momento como el actual. Una sola frase repetitiva: ¡Un paso adelante! La verdad, les pedimos poco a nuestro Gobierno. Quizás esto sólo sea un título de una canción, pero sería bueno que se pusieran a cantar y bailar ya.
Con todo, creo que al sonido de esa canción, Rajoy, De Guindos y Montoro serían los típicos en la barra del bar con la copa en la mano, mirando a las chicas y haciendo bromitas estúpidas. A estos chicos del Gobierno les falta ritmo, y ahora hace falta alguien que baile…¿quizás Gallardón o Aguirre lo hagan mejor? Piénsenlo y opinen.
En todo caso, de verdad, les recomiendo el video y diganme a qué político de este Gobierno le ven siguiendo el ritmo. Sin ritmo, música ni baile, no tardaremos en perder todo lo que tenemos. Y sólo lo valoraremos realmente cuando no lo tengamos.