España cambia de generación
La abdicación del Rey tiene poliédricas lecturas: responde a una cuestión personal, intenta dar una solución a la grave crisis que vive la institución monárquica y, finalmente, se alinea con los nuevos tiempos, para los que harán falta nuevas personas en todos los ámbitos.
La retirada de Juan Carlos de Borbón es el salto generacional español al siglo XXI. Su continuidad, como la de las viejas reglas y partidos políticos que las representan, se estaban convirtiendo en un tapón a la necesaria regeneración del país. Sin minusvalorar ninguno de los méritos que atesora como jefe del Estado, su última decisión en ese papel es una de las mejores para el futuro del país y de su estabilidad política e institucional.
Los resultados de la últimas elecciones al Parlamento Europeo fueron diáfanas con el mensaje que la sociedad está repitiendo en los últimos tiempos a sus dirigentes: es necesario un cambio a fondo de usos y costumbres, de políticas, de sensibilidades y hasta de voluntades. Para acometer ese reto es necesario que la generación que hoy está en el eje central de la pirámide de edad del país asuma de una vez por todas las riendas de las cuestiones públicas.
Hay que cortar el cordón umbilical con el antiguo régimen y llevar a cabo una apuesta decidida e inequívoca por el futuro del país. Por más testimonial que resulte políticamente la jefatura del Estado en España, Felipe VI representará a una generación formada básicamente en democracia, sin miedos ancestrales a los sables y sus ruidos, con capacidad de diálogo y una visión política más cosmogónica, menos endogámica y autárquica.
Ni la ascensión de Podemos y sus representados en las elecciones, ni el pulso al Estado de Artur Mas y sus seguidores independentistas son responsables únicos de este cambio político. Hay un subyacente más profundo y estructural: en las altas esferas españolas del poder hacía falta un cambio generacional que diera pie a una evolución del país acorde a los tiempos. Con la abdicación, España da un salto generacional, tranquilo, democrático y hasta estéticamente afortunado que no puede tener más que buenas expectativas en el medio y largo plazo.