España, aislada por tierra, mar e internet
Me entero por un buen amigo de que ni el aeropuerto de El Prat ni el de Barajas tienen cuenta de propia de Twitter y mucho menos página de Facebook. Tampoco lo tienen el resto de aeropuertos españoles, aunque su peso en tráfico de pasajeros es abismalmente menor (si exceptuamos Palma y Málaga).
En fin, que la información en Twitter de todos los aeropuertos españoles está centralizada en la cuenta @aena, del ente gestor de los mismos. Aena responde desde allí las quejas, incidencias, dudas y problemas de todos los pasajeros que pasan por un aeropuerto español. Es decir, de ¿casi 200 millones de personas en 2014, según sus propios datos?
No me lo creo, aunque así lo insinúe la cuenta de Aena. Su sistema consiste en otorgar una cuota de ‘tuits’ a cada aeropuerto y ofrecer de éste informaciones generalistas o poco relevantes, nada en concreto que pueda solucionar las dudas de un pasajero determinado. Es decir, café para todos, comunicación corporativa y control férreo sobre la información local, que es la que importa a los usuarios de los cuatro principales aeropuertos del Estado.
Centralismo del de toda la vida al que se suma el atraso -también del de toda la vida- que supone que Aena ni siquiera tiene una página propia en Facebook (ya ni hablemos de una por cada aeropuerto).
Schipol, Heathrow, París Orly, etc., tienen páginas propias en Facebook. Y cuentas de Twitter donde atienden las incidencias de los pasajeros como un canal más de información. Lo normal vamos… Bueno, París reúne a todos sus aeropuertos en una sola cuenta, pero es que ya se sabe que los franceses fueron los inventores del estado jacobino. Sin embargo, divide por ‘hashtags’ la diferente información de cada aeropuerto y atiende de forma eficiente. Así es Europa y así no somos nosotros, y las razones hay que buscarlas en nuestro aislamiento mental secular.
El Estado Español forma parte geográficamente de la península ibérica junto a Portugal. Decir península, es lo mismo que decir ‘casi ínsula’. Osea, casi una isla. Estamos aislados por mar del continente europeo en la mayor parte de nuestra superficie, y el único contacto físico que podríamos mantener con nuestros vecinos sería por tierra, si no fuera por la poco porosa cordillera de los Pirineos.
En consecuencia, podemos decir que además de por mar, España también está aislada por tierra.
‘Spain is different’, ‘África empieza en los Pirineos’ y otros tópicos más o menos merecidos son resultado de este aislamiento que nos ha hecho como somos. Por mucho que luchemos por asimilarnos al resto de los europeos occidentales y centrales, tenemos en nuestra mente el peso de ese mar que baña nuestro perímetro y de esa cadena montañosa que es como una pared de incomprensión para con nuestros vecinos del norte, una pared mental más alta que el Aneto.
Tenemos en los genes una alergia al progreso, un desprecio a la innovación y un arraigo en el inmovilismo. Además, por ser como somos, somos materialistas de trazo grueso -así les fue a San Juan de la Cruz y a Santa Teresa de Jesús-; cortoplacistas que despreciamos el valor de intangibles como la investigación y el desarrollo tecnológico. Creemos no en lo que vemos, sino en lo que podemos agarrar y salir corriendo, y que no nos cuenten cuentos del futuro. Así nos va.
Creemos que nos han invadido mucho, pero en comparación con el resto de Europa, nos han invadido muy poco; hemos sido más un país invasor que invadido, y de ahí quizás nuestra reticencia a aceptar lo que viene de fuera, osea del resto del mundo. Para colmo, en nuestra última invasión nuestros vecinos franceses nos legaron ese centralismo monolítico que Aena aplica a rajatabla en su política de tecnologías de la información y el conocimiento. El fruto de ello es que además de por mar y tierra, el Estado español también está aislado por internet.