‘Escracheando’ mi pasado y a Ada Colau
Hace 10 años, cuando logré todos los premios que existían, alguien entró en las instalaciones de mi empresa. Según la versión policial –en aquellos tiempos la Guardia Civil–, quemaron las oficinas porque no encontraron nada de valor. La desgracia me sumergió en unos años muy oscuros. Uno es como es y en vez de negociar un ERE, como me recomendaron hasta en la Seguridad Social, continué. La aventura acabó pronto y apenas un año más tarde presenté concurso de acreedores. Uno de los primeros con la nueva ley.
Me equivoqué. Debería haber hecho como Ada Colau: un escrache. Justo delante del cuartel de la Guardia Civil para que apresaran a los delincuentes. Estuve días y noches sin comer, lo perdí todo, endeudé a los míos, lloré, sufrí… Hasta padecí un juicio hipotecario rápido que se llevó lo poco que quedaba. No me enteré hasta que devolví las llaves. Todo me impregnó de un tufillo moroso y, como no, de mala persona. Se acabaron los premios, los “qué listo eres” y otros halagos similares. Aquellos mismos años, curiosamente, Colau hacía de investigadora, sin estar licenciada (llámenme clasista), mantenida, entre otros, con mis impuestos.
Gracias a la experiencia que acumulé tras cerrar, aprendí que nos quejamos como nenas malcriadas (frase machista, ¡lo sé!). Decidí invertir mi tiempo en ayudar. Desde empresas que están en concursos a emprendedores. Disfruté, disfruto, y nunca cobro por ello. (Ya saben, si necesitan a alguien para patearse el mundo, con un correo nos ponemos en marcha).
Creí en la bondad. Hasta en la de las familias más adineradas de Catalunya, como los Carulla, los Garrigós y algún infiltrado mediático. Ellos pensaron en buitrear mis restos, aún calientes. Buenas palabras e inversiones posibles a cambio de la cesión de una línea rentable, unos cientos miles de euros. Me volví a equivocar: los tipos, con engaños, nunca pusieron el dinero. Como cobardes ya no respondieron ni a los correos (eh, Dídac). Se quedaron con todo. Uno que viene de la Diagonal hacia abajo no tiene recursos para demandarles. La vida es así: un día van bien las cosas, otros van peor.
Ada Colau opta por otros métodos, separados del esfuerzo personal. Si no lloras, no mamas. Y perdone, usted, Sra. Colau, ha mamado mucho. No tiene ni pajolera idea de lo que es quedarse sin comer, estar a punto de dormir en la calle, irte con lo puesto, o pedir perdón por vivir. Por mucho que se lo expliquen, la diferencia es notable entre escucharlo y vivirlo. Un mínimo de decoro, Ada. Si uno va de erasmus a Milán, lo mínimo que debe hacer es acabar la licenciatura por respeto a tu país, que te ha pagado el viaje. Así que lecciones éticas pocas.
Y por esa ética, mejor o peor pero coherente, jamás se me ha ocurrido, como tampoco a muchos ciudadanos honrados que lo han perdido todo, ir a casa de nadie a coaccionar. Las leyes nos gusten o no, están para lo que están no para lo que queremos que estén. Si me hubiera escracheado delante de la Guardia Civil, del juez, de los trabajadores, de mi espejo… viviría en la utopía del niño pequeño. Ahora toca comportarse como adultos.
Ada, si usted viniera con un millón de escritos presentados años pasados en los juzgados le podría creer. Pero sabe bien que ni eso ha hecho. Ahora, encima, intenta apropiarse de una sentencia europea como si la hubieran generado ustedes. Ese veredicto no se logra en la calle ‘escracheando’ a nadie, sino con algo que desconoce: el esfuerzo y el trabajo diario. Los ciudadanos de buena fe no necesitan saltarse la ley, sino simplemente mirar como mejorarla.
Si tiene tiempo de leer esta columna, aunque lo dudo ya que sus apariciones televisivas diarias roban mucho tiempo –supongo que la veremos saltar pronto en Splash–, recuerde que todos somos la historia que vivimos, no la que queremos vivir. Está muy bien el otro lado del sistema pero, por favor, allí se vive 24 horas, no sólo de nueve de la mañana a 11 de la noche, o cuando a uno le interesa. En definitiva, por si no me he explicado: me jode que alguien sin hipoteca y a la que en su vida han desahuciado quiera ser adalid gracias a la manipulación de una causa tan importante.
Acabo. ¿Sabe? Cuando en mi concurso aparecieron buitres, simplemente ponían buena cara y te daban la razón a todo. Al final descubrías sus caretas. No esperaremos mucho hasta que alguien la desenmascare. Creo en la lucha que va unida al esfuerzo –como hemos hecho miles de ciudadanos sin escreachear a nadie–. Lo suyo, Ada, ni es la solución, ni es digno. La ley gustará o no, pero si cada uno aplicamos la nuestra se acaba el país.
PD. Supongo que citar nombres es una forma de ‘escrachear’. Quizá al final no soy tan buena persona como pensaba y tengo un punto Colau. Por suerte sigo creyendo que “no somos perfectos, simplemente nos esforzamos en ser mejores”.