Escrachadores escracheados
Algunos piensan, ilusoriamente, que los episodios vividos por Díaz o Monedero servirán para que Podemos se percate de su error. Pierdan toda esperanza
España está gobernada por una banda de totalitarios y liberticidas cuyo objetivo no es otro que tumbar la democracia y la economía de mercado para, de este modo, poder instaurar su particular régimen comunista con ellos ejerciendo el poder.
Por desgracia, no es algo nuevo ni lejano, sino un fenómeno recurrente que, en ocasiones, logra materializarse, tal y como evidencian los recientes casos de Venezuela, Ecuador o Bolivia, cuyos gobiernos han contado con el apoyo y el asesoramiento de la cúpula de Podemos.
El partido morado, por mucho que se pretenda blanquear por parte de algunos políticos y medios de comunicación, no es más que eso, puro y duro neocomunismo, contrario, por tanto, al sistema democrático, la Constitución, la Unión Europea, el euro, la propiedad privada, la libertad de prensa, la libertad de expresión y tantos otros derechos fundamentales propios de la sociedades avanzadas.
Iglesias y el «jarabe democrático»
Un fiel reflejo de esa profunda intolerancia son los famosos escraches que Podemos lleva años alentando contra sus adversarios políticos. El escrache constituye una deleznable y vergonzosa forma de acoso a través del insulto, la amenaza e incluso la violencia para tratar de amedrentar a quien piensa diferente.
Sin embargo, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, lo llegó a tildar de “jarabe democrático” en 2013, justificando así su uso y extensión en España contra los representantes del PP, entonces en el Gobierno.
Así pues, Iglesias y su camarilla no deberían extrañarse tanto ahora que el objetivo de los airados señalamientos públicos que realizan los de “abajo” son los miembros de Podemos, convertidos ya en la nueva élite que detenta el poder.
La lamentable persecución que sufrió la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, hace escasos días en Toledo, merece la más firme condena, al igual que los insultos que recibió Juan Carlos Monedero en un bar de Cádiz este fin de semana.
«Cerda», «golfa» y «roja de mierda» gritan mientras golpean salvajemente el coche de la ministra @Yolanda_Diaz_.
Todo nuestro apoyo a Yolanda ante los insultos, amenazas y ataques sufridos hoy en Toledo por parte de la ultraderecha. pic.twitter.com/cGP107RjI9
— PODEMOS (@PODEMOS) July 24, 2020
Este tipo de comportamientos no tienen cabida en una sociedad abierta, plural y democrática, sea quien sea su destinatario. El problema es que Podemos justifica unos, los suyos, al tiempo que critica otros, lo cual, además de resultar grotesco y profundamente hipócrita, da buena cuenta, una vez más, de la naturaleza fascista y tiránica que subyace en el ideario de esta formación.
La propia Yolanda Díaz definía los escraches como “la única arma que tienen los que sufren para defenderse”, mientras que Pablo Echenique los cita como “derecho constitucional a la manifestación pacífica de personas humildes”.
Yolanda Díaz (AGE): «Los ‘escraches’ son la única arma que tienen los que sufren la crisis para defenderse» /
— Yolanda Díaz (@Yolanda_Diaz_) April 14, 2013
Ese es el argumento que han blandido hasta ahora para defender los escraches organizados por la extrema izquierda contra Rosa Díez (UpyD), Inés Arrimadas (Cs), Begoña Villacís (Cs), Soraya Sáenz de Santamaría (PP), Cristina Cifuentes (PP), Rita Barberá (PP), Cayetana Álvarez de Toledo (PP) o Rocío de Meer (Vox), entre otros…
Son hechos similares, pero protagonistas distintos. Es lo que se conoce jurídicamente como “delito de autor”, por el cual se aplica una pena diferente según quien lo cometa, algo impensable en cualquier Estado de Derecho.
En este caso, los escraches son buenos si los sufre la derecha y malos si los padece la izquierda. Algunos piensan, ilusoriamente, que los episodios vividos por Díaz o Monedero, a modo de escrachadores escrachados, servirán para que Podemos se percate de su error y acabe condenando este esperpento.
Pierdan toda esperanza. En la obtusa y sectaria mentalidad podemita no cabe más que el odio, la envidia y el rencor al contrario.