Escenarios

El Gobierno de Madrid, los principales partidos españoles y la mayoría abrumadora de los medios de comunicación ya han advertido de los desastres y las amenazas que lloverán sobre Cataluña si el 27S los votos dan un empuje decisivo a la independencia. Permítanme, desde mi modestia, advertir de los escenarios que se generarán si la propuesta es bloqueada abruptamente por el Estado; o bien si este se niega a una negociación tranquila del divorcio.

Primera hipótesis: el Estado, su casta y las bases sociales que lo apoyan imponen su posición con todas las armas policiales, jurídicas y de chantaje económico y social. Tanto si hay suspensión de la autonomía, como si continúa la situación actual, nos encontramos, de hecho, con la Generalitat intervenida. En este último caso, el gobierno autonómico iniciará un proceso de devolución de falsas competencias al Estado. Por ello, en un caso y el otro, el Estado central heredará la gestión de la sanidad, la escuela, el bienestar social y las infraestructuras peor dotadas en términos per cápita de la península.

El Estado se encontrará cara a cara con el país de mayor tradición obrera, de más potente clase media y de más alta densidad asociativa de España que ha dirigido estos últimos años buena parte de su presión hacia la esperanza de un nuevo marco. Esta presión sin salida agitará el cóctel. La maniobra de distracción que, durante 35 años, ha significado la existencia de una autonomía de cartón piedra se habrá terminado. Detrás del decorado aparecerá con toda crudeza el responsable de la desgracia catalana: el Estado y su casta. La conflictividad social y la desestabilización en la calle no se podrán detener. Y a poco que sepan de historia deben saber que todos los regímenes autoritarios españoles han comenzado cayendo por Cataluña.

Al mismo tiempo, sucederá que el principal motor económico del país (19% del PIB, 25% de la exportación, 30% del I D, 20% de los ingresos, 25% del turismo) acelerará su decadencia arrastrando todos los índices estadísticos de España en dirección a África. La descapitalización de cerebros que afecta ya ahora a decenas de miles de licenciados e ingenieros se multiplicará por el empeoramiento real o subjetivo de las expectativas de homologación de España a las sociedades más avanzadas europeas. Las pymes que han multiplicado su internacionalización vía exportación pueden acabar practicando directamente la deslocalización hacia estados europeos vecinos de más seguridad jurídica o como mínimo que el trato sea equitativo. Por todo ello, sin motor activado España cae en el abismo.

No olvidemos tampoco los episodios derivados de la indignación masiva, que en el peor de los casos sólo afectará a más de 2 millones de personas. Estos 2 millones hasta ahora han ido de «guays»; y por ejemplo, no han utilizado un recurso legítimo y sin riesgos como es su capacidad de consumidores para incidir sobre empresas que estén ayudando a la casta en su bloqueo a la demanda democrática.

Segunda hipótesis. La población catalana y sus representantes democráticos ponen en marcha el proceso de emancipación, pero el Estado, que no lo puede bloquear, recurre a la bronca hasta el final. Con la caja de las pensiones agotada, con el índice del paro todavía alto, con la deuda incapaz de devolver, hay que ser muy osado para maltratar a quien con una negociación pacífica puede facilitarte el apoyo suficiente y temporalizado para que España, lo que quede de ella, pueda salir del pozo. Para que un Estado que de forma inmediata pierde el 19% del PIB y lo que le queda lo debe repartir proporcionalmente por más habitantes se hunde en las listas de riqueza mundial.

Porqué un Estado donde su casta dirigente, que no élite dirigente, centra sus esfuerzos en destruir y arrasar el territorio sobre el que practica masivamente la política extractiva, no puede merecer ninguna fiabilidad internacional. Porque Europa tendrá que elegir entre tener una Holanda, estado tampón y de progreso económico y social, en el mediterráneo occidental, y fuente de estabilidad y de catalización de las energías de todo el arco mediterráneo. O bien, tener una zona con un potencial de explosión social de los de mayor riesgo del Mediterráneo occidental. Recuerden la Barcelona, ​​Rosa de fuego. Europa deberá decidir si acompaña o no en España la política suicida que la lleva hacia el Estado fallido, permeable también a migraciones descontroladas; o al yihadismo.

La Tercera hipótesis es con la que se han conjurado todos los unionistas para que no pase: divorcio pactado, transición económica de acompañamiento de Cataluña hacia España. Especialmente en el periodo de innovación disruptiva en que el Estado deberá repensarse con una cura de adelgazamiento y una estructura de decisión territorial en red, con el fin de los subsidios generalizados etc etc. En definitiva, un periodo donde España se reinvente y deje de mal copiar en Francia, acabe mentalmente con el sueño imperial que ya empezó a desinflarse en el momento de máximo esplendor de Felipe II, y acepte, con modestia, como Dinamarca, su papel de ex imperio. Y sepa encontrar su lugar en Europa y el Mediterráneo de la mano de Cataluña.

La respuesta, a partir del 28S.