¿Es Rajoy comunista o un vendido?
George W. Bush se tragó su liberalismo y el programa electoral pocas semanas antes de que Barack Obama fuera elegido presidente. Con la inyección masiva de fondos en la gran banca salvó al sistema financiero de la quiebra y, por tanto, el ahorro de miles de ciudadanos. Le costó una urticaria personal y electoral. Ésta última la sufrió John McCain.
Recordarán que la cumbre en la que el ex presidente estadounidense anunció el rescate fue la única vez que José Luis Rodríguez Zapatero y el republicano de Tejas se saludaron.
España presumía de tener unos bancos de liga de campeones y la crisis era apenas un estornudo matutino. Así hemos terminado. Aunque preocupa más el cómo continuamos. Que lo peor de Zapatero era Mariano Rajoy es algo que el actual jefe del Ejecutivo se encarga de demostrar cada día.
La última consecuencia de su extraño quehacer la encontramos en las ruinosas autopistas, surgidas, como no, en época ladrillera. ACS, Sacyr, OHL, Acciona y Ferrovial desarrollaron nueve vías rápidas hoy en concurso de acreedores y, consecuentemente, en riesgo de liquidación.
Saben ustedes que el Ministerio de Fomento ha logrado que la banca admita pérdidas del 50%. Renunciarán a 1.400 millones que prestaron a las constructoras. Se ha explicado menos la letra pequeña del pacto. El Estado asumirá el 100% del capital. Es decir, se nacionalizarán. Las pérdidas para las compañías, aunque existentes, se minimizarán.
Chirría que un hombre que vive a la derecha de Aznar –la prueba es que permite al ministro Gallardón reformas como la del aborto, o la chapuza de ley Wert— opte por la nacionalización como solución a ciertos problemas del país. Así que procede preguntarse si Rajoy es realmente comunista o un vendido.
La última gran intervención del Gobierno en el sector privado se produjo en la banca. A diferencia de Bush, que prestó dinero que luego cobró con un rendimiento medio del 3%, este rescate ha terminado siendo un desastre para el contribuyente. No duden que sólo se recuperará la parte dada a Bankia. Ha salvado, eso sí, algunos negocios.
Si comparamos, es cierto que las autopistas son una ruinita: 2.400 millones a 30 años con un cupón del 1% y 1.200 millones más para pagar expropiaciones aún no satisfechas. Dice Ana Pastor que de lo contrario el coste para el Estado habría supuesto 5.000 millones. La solución “es la menos mala”.
No explica la responsable de Fomento, el ministerio del gasto, por qué decidió atarse la Administración en época de Aznar a unas autopistas sin proyección. Tampoco por qué hay líneas de AVE sin pasajeros o aeropuertos sin aviones. Moncloa se ha negado a que Anticorrupción investigue el caso de los peajes.
A falta de argumentos técnicos que justifiquen los fiascos, no se podrá reprochar que pensemos en la connivencia entre partidos y constructoras como única explicación. La justicia nos da cada día elementos para la sospecha.
En este entorno visiblemente corrompido, el pueblo común decide homenajear masiva y honestamente a Adolfo Suárez. ¿Por qué se extrañan los creadores de opinión? Él no robaba, ni se le sospechaba, y tenía un proyecto político inequívoco: respetar a los ciudadanos y trabajar por su bienestar; comportamiento que se echa de menos.