¿Es posible superar el octubre catalán?

Cataluña corre el riesgo de instalarse en un octubre perpetuo, ante el que será necesario buscar una salida dialogada

Los acontecimientos ocurridos entre el 1 y el 27 de octubre de 2017 adquieren nuevas formas y tonalidades en nuestro presente político, pero se siguen escuchando las mismas cuestiones de entonces, como si fuera un eco incesante que lo inunda todo.

Todo parece indicar que la política catalana ha caído en un octubre perpetuo.

Sin embargo, en este ambiente hostil para el diálogo, donde casi todo un gobierno está encarcelado por una decisión judicial desproporcionada que, una vez más, ha hecho fracasar los intentos de distensión en la política catalana y española, se ha abierto un pequeño espacio para reconducir la situación de bloqueo institucional.

El posicionamiento de Miquel Iceta y Xavier Domènech en el último pleno del parlamento, apelando a romper bloques, a empatizar con los detenidos y sus familias y a crear una vía de diálogo que unifique las fuerzas políticas catalanas, señala una posible salida.

Hace poco, el escritor Carlos Casajoana publicaba en La Vanguardia un artículo donde hacia observar que, hagamos lo que hagamos, tarde o temprano habrá que sentarse a dialogar para encontrar una solución.

La visión de Casajoana propone realismo político para dar orientación a las ilusiones y sus límites.

Tarde o temprano habrá que sentarse a dialogar para encontrar una solución basada en el realismo político

La acertada disposición de Iceta “a abandonar el refugio de bloques para avanzar en el diálogo” y la propuesta de impulsar un gobierno de concentración pueden poner fin a la cerrazón política.

El peligro de vivir instalados en un perpetuo octubre del que no se puede salir, por miedo a constatar las consecuencias de los errores cometidos tanto en Cataluña como España, es la cuestión a que hay que afrontar para orientar una salida factible.

Roger Torrent junto a Xavier Domènech, Elsa Artadi, Artur Mas y Carles Riera durante la declaración institucional realizada en el auditorio del Parlament / EFE

Las fuerzas representadas en el Parlament asimilan que sólo habrá una solución sin ganadores, para no acabar perdiendo todos. EFE

Un nuevo gobierno y estabilidad

El calendario político y social no puede quedar detenido, en suspenso, flotando sobre la realidad, sin tener consecuencias; el inmovilismo supondría ahondar aún más en la ruptura social, incidiendo en sus aspectos más emocionales.

La solución cada vez está más clara y se basa en que nadie debe ganar para no acabar perdiendo todos. Las fuerzas políticas del parlamento catalán saben que, muy probablemente, habrá gobierno independentista o elecciones en clave independentista.

Si se avanzan finalmente las elecciones, el octubre de 2017 seguirá con nosotros, sin dejar más camino que el enfrentamiento abierto entre posiciones dentro y fuera del independentismo.

Es preferible establecer un nuevo gobierno de la Generalitat para garantizar estabilidad y dar la oportunidad de organizar una agenda política orientada a proponer la alternativa del diálogo.

Hay que dejar atrás los acontecimientos de octubre no para olvidarlos, sino encontrar una solución digna

A la propuesta del PSC y Catalunya en Comú hay que sumar la posición de ERC y una buena parte del Pdecat, que observan que la solución ya no depende de quién tiene razón, sino de hacer lo correcto para avanzar en una solución.

La única forma de afrontar el conflicto entre España y Cataluña es dejar atrás los acontecimientos del pasado octubre, no para olvidarlos, sino para establecer un programa de gobierno que recupere las instituciones, busque una pronta salida de los detenidos y recupere la confianza de los ciudadanos en que es posible caminar hacia una solución digna para todos.

Y se hace más imperativo tras la detención  de Carles Puigdemont en Alemania, que puede conducir a su extradición a España.

Esta situación puede conducir a  algunos partidos a alimentar la catarsis social en lugar de proponer un amplio acuerdo político en aras de construir la unidad política catalana y permitir buscar una salida para todas las partes.

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