Es por eso que ayer decidí no saludarte
En El nacionalismo es el mal, Pau Guix pone al descubierto el teatro tragicómico del nacionalismo catalán y sus consecuencias
Lo cuenta Pau Guix, director escénico y jefe de producción de ópera y teatro: “Pau. Supongo que ayer te diste cuenta de que no nos saludamos… considero que profesionalmente eres muy buen director… pero a nivel personal cometí el error de leer una serie de tuits que has publicado, de los que no comparto ninguno, y hay uno que especialmente me afectó y me dolió muchísimo. Es por eso que he tomado la decisión de que, por favor, nuestra relación se limite básicamente al ámbito profesional… es por eso que ayer decidí no saludarte… a nivel profesional me podrás pasar las notas que quieras y te las seguiré aceptando siempre… solo quería decirte esto. Gracias. Espero que lo entiendas”.
Los artistas dan la espalda y se lavan las manos
Lo que ustedes acaban de leer es la transcripción de una parte del mensaje de audio que Pau Guix recibió por WhatsApp el 6 de octubre de 2017.
El mensaje lo envió uno de los actores de la obra de Agatha Christie que, dirigida por Pau Guix, se había estrenado en un teatro de Barcelona. Detalle: el saludo que no se produjo fue escenificado en los camerinos del teatro cuando el director iba a saludar y entregar una nota -sobre la representación- a los intérpretes. Pau Guix se explica: “algunos me saludaron muy tímidamente…, otros me dieron la espalda y el sujeto en cuestión no me saludó, me dio la espalda y estuvo dos minutos lavándose las manos… con tal de no tener que dirigirse a mí… hasta el día siguiente en que me envió el mensaje de audio”.
Y, ¿por qué los artistas saludan tímidamente, o dan la espalada, o se lavan –literalmente hablando- las manos? Porque, Pau Guix cometió el “pecado” de comentar críticamente -por el WhatsApp de la obra- los hechos del 1-O. Y algo más: porque, les recomendó que “por favor no usarán el grupo para fines políticos y que sí querían hablar de ello lo hicieran –por razones empresariales- mediante comunicaciones interpersonales”.
No es una anécdota, sino una categoría
El relato de Pau Guix no es una anécdota, sino una categoría. Si François Mitterrand -en el Parlamento Europeo- dijo que “el nacionalismo es la guerra”, Pau Guix –en Cataluña- afirma que “el nacionalismo es el mal”.
De ahí, el título del libro de Pau Guix en donde aparece el artículo El lamento de los artistas oprimidos –que abre este comentario- que evidencia la manera de hacer del secesionismo catalán. A saber: no cometan el error de leer a los constitucionalistas, no les saluden, tengan con ellos el mínimo trato posible.
Un ejemplo de la actitud y la mentalidad supremacista de quienes –los artistas, en este caso- dan la espalda o se lavan las manos. Un ejemplo, también, de la espiral del silencio –el comportamiento temeroso de quien no se atreve a más por miedo a ser señalado y vaya usted a saber lo que piensan de mí y lo que me puede ocurrir- de quienes saludan tímidamente y prefieren callar.
Como si de un notario se tratara
En El nacionalismo es el mal –con apuntes de Sergio Fidalgo-, Pau Guix pone al descubierto, nunca mejor dicho, el teatro tragicómico del nacionalismo catalán y sus consecuencias. Un nacionalismo que califica de totalitario y populista, de adoctrinador y propagandista, de supremacista y xenófobo.
El autor, de la teoría la práctica, percibe la existencia de dos Cataluñas irreconciliables fruto de una política identitaria –la imposición etnolingüística, por ejemplo- excluyente, del desprecio del Estado de derecho, del incumplimiento de las sentencias de los Altos Tribunales. A lo que habría que añadir una política económica, sanitaria y educativa nefasta. En definitiva, una acción notarial en toda regla.
Libres de nacionalismo
Pau Guix brinda un excelente ejemplo de los denominados “catalanes libres de nacionalismo” que no están dispuestos a aceptar la prescripción de la realidad diseñada por un nacionalismo que tendría in mente –un ejercicio de ingeniería social deliberada, diría Eric Hobsbawm– la construcción de una Cataluña a la carta.
Unos catalanes libres de nacionalismo que no admiten la dicotomía entre el “pueblo elegido” y los “colonos invasores”. Unos catalanes libres de nacionalismo que, volviendo a las primeras líneas, no están dispuestos a “entender” el discurso, la actitud y la acción nacionalistas. Unos catalanes libres de nacionalismo que se sienten abandonados –no defendidos “de verdad”, dicen- por unos partidos constitucionalistas, con representación parlamentaria, próximos a la caducidad.
La doble desafección
Pau Guix concluye su trabajo con la teoría de la “doble desafección” que no debería sorprender a nadie. En primer lugar, la desafección –como consecuencia del apartheid impuesto desde la Generalitat y el Parlament- de quienes, sintiéndose catalanes y españoles, acaban perdiendo, poco a poco, el “apego hacia su propia tierra, hacia la lengua catalana y hacia la cultura hecha en Cataluña”. Concluye: “una clara desafección hacía Cataluña y todo lo que es catalán, ya que el nacionalismo lo ha identificado con su propia ideología, arrebatando a esas personas desafectas todos y cada uno de los valores sentimentales que atesoran sobre su propia tierra y sus vivencias”.
Guix –la acusación fácil de quienes se acercan al libro cargados de prejuicios habida cuenta de, por ejemplo, el título del trabajo y la contundencia del lenguaje- no padece catalanofobia.
Lo contrario –no quiere una Cataluña nacionalista por lo que ello implica- es cierto. Como cierta es la segunda desafección que afirma que las concesiones al nacionalismo catalán –de la desaparición del Estado en Cataluña a los indultos o la derogación del delito de sedición del Código Penal- acaban por “minar completamente la moral de aquellos ciudadanos comprometidos que aún resistían contra el nacionalismo, y cuyo resultado es una terrible desafección con la idea de España”. O con los partidos que, como diría Pau Guix, rinden pleitesía al mal.