Es lucha por el poder, estúpido

Al final accidentado de todo lo que se llamaba proceso aparece el choque sordo entre Convergència y ERC en su lucha por el poder. Es una lucha por el poder sin normas o improvisándolas, como si para la idea de la democracia la ley fuese lo de menos.

Está siendo todo muy arcaico y más aún porque se ha jugado con las expectativas de aquellos ciudadanos que creían posible que los líderes de la secesión veían de verdad el oasis a la vuelta de la esquina y no se tratase de un habitual quítate tú que me pongo yo. Aunque eso no es ilegítimo, si se practica según la ley y no en contra.

ERC quiere sustituir a CiU en el poder, mientras que CiU no sabe cómo mantener sus actuales cuotas de poder. Parece ser que todo vale. Era sorprendente que Convergència, a diferencia de Unió, no aceptase que su enemigo es ERC y no el PSC, el PPC o Ciutadans.

Artur Mas ha dicho que el adversario es el Estado español. Si estuviese dotado para las perspectivas del maquiavelismo, podríamos deducir que en un juego malabar rebaja el Estado español a la categoría de adversario porque finalmente entiende que su enemigo es Oriol Junqueras. Pero lo que importa es que el proceso deambulaba en las antípodas del principio de la heterogeneidad de las sociedades modernas. Fue un invento de convertir el mito en voto, pero al margen de la ley.

Pero en todo lo que está pasando, el afán especulativo no sirve de mucho. Existe un problema previo y es reconocerle a la trayectoria de los últimos meses una sustancia propia, un discurso genuino, cuando en realidad es una concatenación de torpezas e ineptitudes cuyo causante es Artur Mas.

 
El profeta y el guerrero intentaban recíprocamente darse lecciones de maquiavelismo comarcal

Así es la historia intelectual del independentismo, breve y opaca, porque generalmente ha ignorado que –como decía Aron, entre tantos– la democracia funciona a condición de que los ciudadanos se comporten según un principio fundamental que es el respeto a las leyes.

Discutíamos los pros y contras del orden constitucional frente a la inmensidad hipotética de una Cataluña unida entorno a su líder. Incluso dedicamos un tiempo del todo innecesario a debatir lo más o menos injusto que sería que una Cataluña fuera de España se quedase fuera de la Unión Europea. Pero en realidad se trataba de que las huestes de ERC ocupasen los ayuntamientos que ahora tiene CiU. El segundo paso era la Generalitat. El futuro post-secesión no estaba pensado, pero sí el control de TV3 o seducir a la ANC al precio que fuese.

Claro, no todo es eso, pero es un contenido notoriamente distinto del envoltorio. Ahora mismo, es lucha por el poder, estúpido. Eso representa un daño incluso moral para quienes se habían ilusionado con el nuevo éxodo, con Mas al frente y con Junqueras asumiendo el papel de Josué. De hecho, el profeta y el guerrero intentaban recíprocamente darse lecciones de maquiavelismo comarcal.

Es posible que, inicialmente, fuese algo distinto a una lucha por el poder, pero tampoco sabemos muy bien lo que era. Fundamentalmente, una improvisación constante que culmina en la idea de una encuesta callejera mientras lo que le quedaba de credibilidad política a Artur Mas y a su Estado Mayor se evapora. De haber algún intelectual secesionista, le habría llegado el momento de escribir una versión propia de “El príncipe”. Es improbable