Es la geopolítica, imbécil
Todavía resuena la famosa frase que Bill Clinton lanzó a George Bush padre sobre por qué y cómo ganaría las elecciones presidenciales: ‘es la economía, imbécil!’. Pero ‘Spain is different’.
Hacía esta reflexión al ver la arrogancia y el nulo sentido de la realidad que el secretario de Estado de Infraestructuras del Ministerio de Fomento, Julio Gómez-Pomar, mostraba en la respuesta a las propuestas de la Mesa estratégica por el Corredor Mediterráneo. En ella había varias perlas: «el corredor es estratégico, pero no urgente»; «la transición del ancho ibérico al europeo será lenta»; «el Gobierno no acepta la figura de un comisario técnico, porque está suficientemente capacitado para gestionar la obra». En las mismas declaraciones afirmaba que a pesar de los antecedentes de rescate de empresas quebradas como las autopistas de Madrid o el proyecto Castor, no pensaba hacerlo con la concesionaria del túnel de El Pertús.
Con un agravio comparativo más. En los dos primeros casos la quiebra procedía de una decisión política equivocada. En el caso de El Pertús la decisión era correcta pero es el boicot del Estado al corredor ferroviario y el retraso en las obras de ADIF en Cataluña que lo ha hecho insolvente. En unos casos es responsabilidad a priori, en el otro a posteriori.
El día antes del desplante del representante del Estado se había reunido la Mesa Estratégica del Corredor Mediterráneo, con el apoyo de todo el arco político, económico y social con la reclamación de 21 propuestas que se ubican en la tradición del españolismo periférico del siglo XIX. Con una diferencia notable. Buena parte de los asistentes ya han pasado a una nueva dimensión política, el independentismo. En cambio el Estado continúa sin moverse no del siglo XIX, sino del XVI, cuando Felipe II montó aquella isla artificial denominada Madrid.
Las preguntas al porqué tanta insistencia en castigar el corredor mediterráneo desde el Estado central son muchas:
¿Por qué el único tramo no previsto del AVE es el de Castellón-Tarragona?
¿Por qué, a pesar de las recomendaciones de organismo internacionales, se continúa invirtiendo en tramos ruinosos de alta velocidad y no se pone en marcha el tren de mercancías del frente mediterráneo, que articulado con los puertos sería la gran boca logística de la península por el tráfico euro-africano-asiático?
¿Por qué las zonas más exportadoras del Estado y que tienen entre ellas un intercambio más elevado en términos relativos, como Cataluña y Valencia, están sometidas a varios cuellos de botella en carreteras y ferrocarriles?
¿Por qué, si se pierden tantos esfuerzos al reafirmar la españolidad del levante peninsular, mirando un mapa de infraestructuras, el Estado no ha actuado con sentido español y de pragmatismo económico, potenciando los territorios que le dan más crecimiento al PIB?
La respuesta viene de golpe: ¡es la geopolítica, imbéciles! La casta española nunca ha actuado sobre el espacio que en los mapas del siglo XIX aparecía como España asimilada con criterios cartesianos de racionalidad económica. Siempre lo ha hecho desde la geoestrategia militar: aislamiento y hundimiento del enemigo.
Por eso, cada vez más en el grupo de los sufridores de estos criterios geopolíticos irracionales- catalanes, valencianos y baleares-, crece un pensamiento que dice: somos unos imbéciles, si queremos una economía que funcione racionalmente nos tenemos que alejar de la geopolítica española. Y aquí estamos.
Post data:
Estamos a las puertas de una nueva campaña electoral donde el factor catalán estará en medio – delante o subliminal- de todos los planteamientos partidistas. El frente español anti referéndum (PPSOEC’s) volverá a ganar, porque en la gran Castilla la hegemonía social la detenta, desde los Comuneros, un bloque oligárquico-funcionarial inmutable.
A pesar de que veremos cómo con la alianza Podemos-IU las poblaciones jóvenes urbanas desfuncionarizadas y las periferias con personalidad nacional o cultural diferenciada dan un fuerte empujón a los demócratas radicales que defienden el referéndum. La primera señal ya la tuvimos en las pasadas elecciones: Podemos hacía el sorpasso al PSOE en Cataluña, Valencia, Baleares, País Vasco, Navarra, Canarias; y el Madrid urbano.
Ahora lo hará seguro en Aragón, Asturias y Cantabria. España mantendrá la hegemonía del bloque conservador y jacobino (PP-C’s) en todas partes menos en Euskadi y Cataluña, con posible sorpresa en Baleares y Valencia. Y en cambio en la segunda posición España quedará como un pastel herradura, casi un donut: Podemos y las fuerzas centrífugas dominantes en la periferia menos en el centro-sur. Y Euskadi y Cataluña continuarán alejándose del mainstream español.