España no necesita una reforma laboral. No. España, lo que necesita, es un cambio de modelo. Que desde 1974 el paro haya estado por encima del 15% en 22 de estos 38 años, ya nos indica que algo del mercado no acaba de funcionar (Francia o Alemania, en el mismo periodo, han estado 34 años por debajo del 10%). Nuestra baja productividad (la última de la UE) y el escasísimo espíritu innovador (sólo el 1,35% crea una empresa cuando salen de la universidad) es un síntoma claro de que no vamos bien.
¿Y que se tiene que hacer para mejorar? Pues afiliarse a un sindicato. He aquí una fórmula sencilla, masiva y efectiva para que nuestro modelo cambie. España se puede ver como un país de lobbies. Por un lado está la patronal, por el otro los sindicatos y en medio los políticos que necesitan el dinero de unos y los votos de los otros para gobernar. Un día hablaré de la patronal y de sus vicios y virtudes, pero hoy permitidme que me centre en el importantísimo papel de los sindicatos y porqué es un error que sólo el 11% de la población de entre 16 y 64 años esté afiliada.
Que un representante sindical esté en contra de cualquier cambio de modelo (o de reforma laboral) es perfectamente lógico. Ellos son los garantes de conservar el statu quo de sus afiliados, el 85% de los cuales son trabajadores con contratos indefinidos y muchos trienios. Y lo que me sorprendería es que los sindicatos no defendieran los intereses de quienes les han votado para representarlos. No sólo esto, la afiliación es mucho más alta en empresas y organizaciones del sector público (38%), que del privado (22%). Por lo tanto, tiene lógica que aspiren a convertir en norma las condiciones del sector público.
Los sindicatos que tenemos no pueden defender nunca los intereses de los parados (no votan), ni pueden defender nunca los intereses de los jóvenes (3,5% de afiliación), ni los de las pequeñas empresas (7% afiliación), ni de los temporales (7,8% en el sector privado). En cambio, sí que están obligados a defender los intereses de las grandes empresas (más de 250 empleados, 30% de afiliación) o de los empleados con más antigüedad (40% afiliación).
Si analizamos qué colectivos han sufrido más la crisis, veremos que precisamente son aquellos que mayoritariamente no están afiliados. En concreto, el 79,1% de quienes se quedaron parados entre 2007 y 2009 pertenecían a colectivos sin representación sindical (básicamente temporales). Por lo tanto, el fenómeno se retroalimenta: «Si los sindicatos no me defienden, no me afilio, pero como yo no voto, no me pueden defender». Es decir, están obligados a defender los intereses de sus actuales votantes.
Es la pescadilla que se muerde la cola, y alguien tiene que romper algún día este círculo. Se puede esperar que los dirigentes sindicales se suiciden políticamente defendiendo los intereses de unos futuribles afiliados, o bien que todos aquellos colectivos que sufren la crisis y que no están representados den un paso adelante y se afilien.
Claro que también es más fácil manifestarse (mirad el fenómeno de los yayo-flautas), gritar consignas contra los políticos (que previamente escogimos nosotros), insultar los banqueros (algunos merecidamente) y pedir a los ricos que paguen la crisis (veáse aquí como «pagan» la crisis), que pensar en que podemos hacer cada cual de nosotros para mejorar nuestra situación.
Acabo este artículo con un ejemplo de innovación muy sencillo (y me aseguran que real). Se trata de la historia de un mecánico de Móstoles (Madrid) que viendo que las ventas bajaban mes a mes empezó a sufrir por su puesto de trabajo (sólo era un empleado). ¿Qué creéis que hizo. Manifestarse? ¿Quejarse? No. Cogió una furgoneta, le instaló un ordenador y una impresora, y cada día a las 6 de la mañana se paseaba por las calles de la ciudad. Cuando veía un coche con una rallada o unos neumáticos gastados, le hacía un presupuesto de la posible reparación in situ, y lo dejaba enganchado al parabrisas con la dirección y el teléfono del taller. Incrementó la facturación el 40%. Ahora es uno de los socios.
Soluciones colectivas o individuales, pero cada cual puede hacer algo para mejorar. Sólo hay que ponerse manos a la obra. ¿A qué esperamos?