Epitafio para un chaval de Santa Coloma 

Poco ha de temer Rufián en el terreno pecuniario; a diferencia de Roma, en Cataluña los traidores se cotizan al alza, y no tardará este chaval de Santa Coloma en encontrar nuevas pasturas que complementen su finiquito parlamentario

Hay algo de triste en la figura de Gabriel Rufián, personaje político que aspiró a cruzar el ancho río que separa a un Pijoaparte poligonero de un pijo pródigo de Sant Gervasi, y que parece predestinado a terminar luchando para evitar que su apellido sea su epíteto. Creyó Rufián, como había creído en su día Eduardo Reyes, que los de Junqueras le iban a dar un billete de compañero de viaje, cuando en realidad lo que ha recibido es un carnet de tonto útil que está a punto de caducar, sin visos de que se lo vayan a renovar. 

Porque, como en la ópera aquella de Leoncavallo, plagada de celos e infidelidades,  se encuentra Rufían siendo víctima de la misma situación que el pobre payaso que la protagoniza,  cuando se le parte el alma al comprobar que está atrapado en su propia giubba, que cual camisa de fuerza, le impide salirse de su propio personaje para verse libre de que sus correligionarios se rían de sus tristezas y lamenten sus alegrías, sin que nadie le tome en serio. 

En poco más que en material estenográfico y tuiteos efímeros quedará la impostada grandilocuencia, trufada de amenazas cada vez mas histriónicas e chulescas, que ha caracterizado Rufián en el Congreso

Es así como nuestro particular Coluche es otra víctima de la ocurrencia de sacar a los bufones para hacer política, que a la postre lleva a que la gente sospeche que si nada se toma en serio, nada en realidad importa, y mucho menos cuando se trata de un personaje que representa a un fenotipo social que sólo existe en la imaginación de los que le escribieron el guion. Poco ha de temer Rufián en el terreno pecuniario; a diferencia de Roma, en Cataluña los traidores se cotizan al alza, y no tardará este chaval de Santa Coloma en encontrar nuevas pasturas que complementen su finiquito parlamentario. 

Por lo demás, en poco más que en material estenográfico y tuiteos efímeros quedará la impostada grandilocuencia, trufada de amenazas cada vez mas histriónicas e chulescas, que ha caracterizado el paso de este rebelde sin pausa por nada menos que el Congreso de los Diputados.  Escenario magnífico donde los haya, en el que nunca ha perdido Rufián oportunidad alguna para errar, y en el que hecho repetida gala de una infatigable pulsión por la autogratificación pueril,  sin preocuparse de la loza rota que ha ido dejando desparramada por el hemiciclo, fruto de su afán por inflar su ego y colmar su dependencia emocional de la aprobación de sus corifeos, que a fortiori, ha sido inversamente proporcional al menosprecio que ha cosechado en casi todos los demás diputados y en el propio respetable, al que presuntamente ha representado bastante más de 18 meses. 

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