EPA y estadísticas. Datos sonrojantes

Leer los datos de la EPA y sonrojarse es un mismo acto reflejo. Ya sabemos que para algunos «España va bien». Va «de «puta madre» que dirían algunos. Quizás con los datos y con las estadísticas en la mano no se equivoquen. Y quizás, todo se ha de decir, aún iríamos peor con otros líderes, programas o gobiernos. Pero estos datos están aquí para quedarse muchos años. Sólo grandes políticas y grandes cambios de gestión pueden moverlos de su tendencia.

Actualmente paros, prácticamente endémicos, de más del 30% en Andalucía son inaceptables. No tanto por el valor estadístico, o el número de personas sino porque, además, son difícilmente creíbles. Un paro real tan elevado haría insostenible una economía, tanto social como administrativamente. ¿Que el paro es mayor en esa comunidad que en otras? Eso parece obvio. Y, curiosamente, ya saben somos un país bien curioso, su líder política es la más valorada. Como diría un castizo, «tócate los huevos».

Pero, ¿dónde vamos? Los datos sonrojantes no dejan de ser números, aunque detrás haya personas. Y los números permiten hacer juegos interesantes centrándonos en un colectivo muy interesante. Vamos a hacer un planteamiento de esos que un ministro Montoro cualquiera sería incapaz de discernir. Ya saben, muchos años en la teoría y pocos a pie de calle.

En España hay actualmente unos tres millones de autónomos. Según los últimos datos un poco más. La mayoría pagan a la Seguridad Social unos 300 euros de media al mes. Algunos pagan más, otros están acogidos a las nuevas tarifas reducidas, pero de media podríamos hablar de esa cantidad. Es decir, las arcas del Estado reciben unos 900 millones de euros cada mes –en el hipotético caso de que todos pagaran–, alrededor de 10.500 millones al año.

A día de hoy, el número de parados es aún bastante superior a los cinco millones según los últimos datos. Recuerden, ahora hablamos de datos no de personas. Como dato curioso construir algunas líneas de AVE ha tenido, o tiene, un coste de más de 10.000 millones. Algún aeropuerto de «gran uso» como el de Ciudad Real más de 1.000 millones. Es decir, lo que aportan al Estado vía Seguridad Social los autónomos durante un mes.

Como es bien sabido, o debería serlo, en muchos países europeos la cuota de autónomo es muy reducida, incluso cero según los ingresos. Una cantidad baja no sólo animaría a mucha gente a emprender, sino que volcaría a reducir el número de parados a niveles únicos en la historia de España. Imaginemos que cualquier actividad comportará la obligatoriedad de darse de alta «real» de autónomo. Desde dar clases a niños, limpiar casas, hacer chapucillas, etc. Decimos real porque queremos decir real. Eso sí, con una cuota mínima según ingresos y contraprestaciones.

Un sistema flexible en el que poder entrar y salir fácilmente. Pero no sólo eso, sino que redujéramos la cuota fija a valores mínimos sobre 30 euros al mes. Con el mismo número de autónomos el Estado pasaría de ingresos de 900 a 90 millones al mes. Pero pondríamos en los bolsillos de la gente 810 millones para aumentar consumo. Esto implicaría nuevos autónomos, bajaría los datos de parados y curiosamente bajaría el dinero en negro. ¿Quién se arriesgaría sanciones ejemplares por evitar pagar sólo 30 euros al mes?

Eso, ministro Montoro, son políticas de empleo. Facilitar al máximo la entrada de personas en el mercado de trabajo. Con el pago actual de un mes podríamos pagar todo un año. Obviamente, habría que calcular bien las ventajas e inconvenientes de esa reducción de cuotas. Pero seamos sinceros: si actualmente no vale para nada pagar autónomos, no nos engañemos, tampoco tiene sentido pagar 30 euros. Al final, esos pagos no dejan de ser una aportación del trabajo, no del trabajador, al Estado.

Alguno pensará que con esos números, ¿quién pagará las pensiones? Pues seguramente un cambio de modelo implica un cambio de modelo. El Estado no es el padre de nadie. La función del Estado no es mantener gente, es simplemente gestionar gente. Un concepto a veces tergiversado. Uno puede ahorrar en la vida, o montar un plan de pensiones a su gusto. Uno puede pagar su Seguridad Social o pagar su mutua privada.

Actualmente el sistema de pensiones es deficitario. La gente vive más años y no es asumible en un escenario con más longevidad que el Estado deba perder por cada ciudadano miles y miles de euros.

Para algunos podrá parece el fin de Estado de bienestar. Pero no se equivoquen si el modelo socio-económico no cambia o peor no se adapta, sí que estaremos cerca del fin. Aún estamos a tiempo. La clave es la reducción drástica e inmediata de las barreras para entrar «a pagar» al Estado. Al final, lo que importa son los datos. Y un camino rápido es el aumento drástico e inmediato del número de autónomos en el país. ¿El Estado puede dejar de ingresar en el peor escenario 800 millones cada mes? Sinceramente, sí. Pero para eso, y para no sonrojarnos más, debemos tomar decisiones ya, inmediatas.