Entregar el poder a la calle

Mientras Catalunya se desangra económicamente, los independentistas se disponen a agitar a las gentes

Hay cosas que no se deben olvidar. Por ejemplo, que cuando no hay liderazgo político claro y fuerte en el gobierno, y tampoco entre la oposición democrática a aquél, la calle les reemplazará a todos ellos.

Tardará más o menos, pero se cumplirá aquello de la rebelión de las masas que anunció Ortega y Gasset. Para el filósofo y ensayista español “la masa es el conjunto de personas no especialmente cualificadas” que representa al  “hombre medio”.

La última hazaña de Mas fue ofrecer su cabeza para que la CUP se la cortase

En este largo, raro y maligno processus en que Cataluña se halla sumergida desde hace demasiados años, emerge la figura de Artur Mas como el político mediocre, falto de ideas-fuerza y sobrado de orgullo, que entrega el poder a las masas – ANC y Ómnium Cultural, los caudillos- al objeto de que recluten muchedumbre – “cantidad”, en el argot orteguiano- para fletar el barco que debe llevar Cataluña a la soñada Ítaca que cantaba Lluís Llach.

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Una dimisión en toda regla de un perdedor nato cuya última proeza fue la de ofrecer su cabeza para que la CUP le decapitase. Entre los suyos, el “pinyol” de CDC, nadie lloró por él.

Desde aquel entonces – “¡Ponga las urnas, president!, le abroncó Carme Forcadell, y un Mas obediente las puso para perder diez escaños-, no hay gobierno sin calle o calle sin gobierno prisionero de la misma.

El expresidente catalán Carles Puigdemont (i), y el presidente de la Generalitat, Quim Torra (d), ofrecen unas declaraciones a la prensa tras su reunión en el Martin's Grand Hotel de Waterloo (Bélgica)

El Ejecutivo, en manos de la anc

Puigdemont y su vicario, Torra, han dejado el poder en manos de las entidades ciudadanas, ANC y Òmnium Cultural

Carles Puigdemont, cuyas andaduras nos evocan el título de la película de Carl Reiner“Un loco anda suelto” –, se lo ha recordado a su vicario, Quim Torra, custodio mayor del Palau de la Generalitat, ante la proximidad de dos importantes fechas para la mitología catalana: La  prehistórica del 11-S y la contemporánea del 1-O.

Le ha recordado, según se deduce de sus palabras, que el (mal) negocio de la fractura del país, tangible cuando las elecciones del 21-D, precisa del furor de la calle y de la mala leche de los milicianos del lazo amarillo para taponar la herida que supone ser minoritarios, los independentistas, por más que gobiernen y además constituyan mayoría parlamentaria.

El poder, en manos de entidades ciudadanas

Hasta el impresentable de Mas ha echado gasolina a una realidad social inflamable: los que rompen el país en dos mitades son los que quitan los lazos amarillos, dice. Su incapacidad para ver cosas que son muy claras y fáciles de entender o para darse cuenta con perspicacia de algún asunto es leyenda miserable.

La ANC ya está en pie de guerra. Saltándose el objeto y los fines de la entidad, como tantas otras veces ha hecho, no sólo convoca una “jornada caliente” con motivo del 11-S, sino que también propone un “paro de país” para “conmemorar” – dicen- el 1-0. Junto a Ómnium y los CDR, se cree la dueña de la calle porque los distintos gobiernos independentistas – vamos por el tercero- se la han dado pues sin este triplete nunca hubieran sido nada.

Barcelona ya no es uno de los cuatro motores de Europa  

La “huelga de país” nunca ha estado en manual alguno del sindicalismo. No existe tal recurso extremo al que se va cuando se han agotado todas las vías de entendimiento legalmente posibles.

Es “una collonada”, como diría Josep Pla, pero para “acollonar” (acojonar) al adversario y contar por millones su diezmadas tropas, aquellas que nunca han sobrepasado el 48% de votos en elecciones legales y democráticas.

Mientras Catalunya se desangra económicamente con la huida de más de tres mil empresas y Barcelona ya no pinta nada como plaza financiera, los salvadores de la patria se disponen a agitar más y más a las gentes sin importarles un rábano que uno de los cuatro motores de Europa, antaño, se vaya al carajo de forma definitiva. 

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