Entre Mas y el futuro se ha abierto ya un abismo

La incógnita sigue siendo la misma. Los intelectuales y cuadros independentistas siguen considerando que Artur Mas es el único que puede ejercer de interlocutor para un posible diálogo con el Gobierno español tras las elecciones generales del 20 de diciembre. Parte de la dirección convergente entiende que sólo él podría rehacer el espacio político, tras comprobar que las siglas de CDC ya no suman. Pero se ha abierto un abismo entre Mas y el futuro.

La detención y el ingreso en prisión del tesorero del partido, Andreu Viloca, deja muy tocado al President, que se sigue jugando estos días su investidura en una negociación muy difícil con la CUP.

Este viernes comparece en el Parlament. Ya dejó claro en septiembre, –es decir, hace sólo unas semanas, justo antes de la campaña electoral del 27S– que no podía aportar nada nuevo, que confiaba en su partido, aunque dejaba la responsabilidad final en el tesorero.

Aquellas explicaciones, el 2 de septiembre, llegaban después de que la Guardia Civil hubiera registrado la sede de la fundación del partido, la CatDem, y de las propias instalaciones de Convergència, en la calle Còrsega de Barcelona. Inicialmente, Mas había solicitado comparecer para justificar el adelanto electoral, pero no tuvo más remedio que referirse a las supuestas comisiones del 3% por las obras públicas otorgadas a diferentes empresas.

Mas llega a esa comparecencia desfondado, con un margen de maniobra cada vez más estrecho. Y es que la disyuntiva parece clara: o abandona, y Junts pel Sí propone otro candidato para que la CUP lo pueda investir el 9 o el 11 de noviembre, o convoca nuevas elecciones, porque la CUP repite cada día que no le votará, aunque se puede producir un cambio en el último momento.

Y la respuesta está en esas nuevas elecciones, que deberían marcar el futuro de la política catalana, dejando atrás el proyecto soberanista, bloqueado porque no tiene la mayoría necesaria de la sociedad catalana. Los dirigentes políticos que conocen a Mas, los que han tratado de negociar con él en los tres últimos años, sostienen que el President en funciones ya no tiene capacidad de abrir un diálogo con el Gobierno español. Afirman que quiere seguir hasta el final con su proyecto, pase lo que pase.

«No puede ser ya un interlocutor, ha quemado todas las naves», afirman, y más después de una investigación policial iniciada –recordemos– por la denuncia de una concejal de ERC, que comienza a constatar una trama de una supuesta financiación ilegal de CDC. El 3%, por tanto, lo que denunció Pasqual Maragall en 2005, podría ser una realidad comprobada.

Sin embargo, antes de la retirada, Mas podría ser, de nuevo, candidato en unas nuevas elecciones –deberían celebrarse en marzo. Una de las ideas que se manejan es que Mas debería ser derrotado en las urnas, de forma diáfana. Y sólo de esa forma, el presidente en funciones se debería ir a casa.

En estos momentos, la posibilidad de que Mas remonte el vuelo se ha ido marchitando. Porque, ¿cómo puede justificar que no sabía nada acerca de esa presunta trama?

¿Con quién está consultando Mas estos días qué salida puede tomar?