Entre la deflación y Crimea

La digestión de los problemas económicos y la búsqueda de más elementos integradores parecía ser la tarea inmediata de la Unión Europea. Están al caer las elecciones europeas y la redistribución de poder en casi todas sus instituciones. Pero de repente, solo se habla de los riesgos de deflación y de la situación límite en Crimea, con intervención militar rusa, por repercusión del caos de Ucrania.

Y, al mismo tiempo, la gran urgencia de la Europa que se sale de la crisis es mejorar al máximo la competitividad. Por contraste, regresan como invitados indeseables en la Europa plácida, viejos vértigos y fuerzas centrífugas.
Al terminar la guerra fría y hundirse el imperio soviético, ¿quién iba a sospechar que algún día Moscú podría intentar rehacer la Gran Rusia? Para eso está Putin. Extrema las tensiones de modo implacable.

 
Sigue faltando una política de seguridad porque los Estados Unidos ya no están por la labor de solventar los problemas de Europa

No es que la Historia se repita. Más bien tiene constantes muy relacionadas con la geografía. Ahora mismo, reaparece Crimea como conflicto y de repente tenemos a recurrir a los manuales de historia para consultar lo que fue la Guerra de Crimea a mediados del siglo XIX. Aquello constituyó un gran embrollo, con Rusia como agente desestabilizador.

El tiempo revela que en aquella guerra se superaron todos los listones de la incompetencia militar. Como mito está la carga de la brigada ligera británica en Balaclava. Entre una de sus aventuras y otra intentona militar, el general Prim fue observador privilegiado de aquel campo de batalla. En fin, además de otras muchas cosas, se trataba de una pugna por Oriente Medio.

Se diría que cuanto más la UE busca alejarse de conflictos exteriores, más le acucian. Esa es la Europa de la norma, un experimento privilegiado y ejemplar, pero que carece de fuerza o de voluntad de ejercerla. Sigue faltando una política de seguridad porque los Estados Unidos ya no están por la labor de solventar los problemas de Europa. Ya tuvo que hacerlo en Yugoslavia.

Y como ha dicho con claridad la OTAN, Rusia es más que una amenaza a la seguridad europea con su estrategia tan agresiva en Crimea. Los tiempos no están para escaladas militares. Y a la vez toda diplomacia es poca para evitar un estallido de adhesión pro-rusa en Crimea. Por otra parte, algunos países de la UE dependen significativamente del suministro energético de Rusia.

Por lo demás, ¿es tanto el peligro de deflación? Por encima de todo, la clave es mejorar la competitividad. Hugo Dixon, gran analista de Reuters, escribe que primero se trata de completar el mercado único, especialmente en el sector de servicios.

También haría falta intensificar los acuerdos de libre comercio –Estados Unidos, China, Japón–, reducir burocracia y lograr que los mercados de capital contribuyan mejor a financiar la economía europea. Esos son objetivos realistas. Son los de Angela Merkel, al frente de la agenda de competitividad. Pero lo que ahora urge es saber qué hará Putin en Crimea.