Entre Jordi Clos y Toni Soler, la parálisis de Cataluña

Pronosticar unas nuevas elecciones catalanas en el mes de marzo no es una apuesta irracional. Si la CUP no rectifica, y no lo parece, aunque los dirigentes de Convergència –por su propio interés—insisten en que se están acercando posiciones, será inevitable.

Sólo lo podría evitar el propio Artur Mas si, después de las elecciones generales del 20 de diciembre, decidiera aparcar el proceso soberanista y buscar otros aliados. Los tendría, pero Mas no quiere renunciar a estas alturas del partido a su proyecto.

A dos semanas del inicio de la campaña electoral más decisiva desde la transición, en Cataluña se vive una situación de parálisis, y de progresiva degradación política. El problema más gordo que puede tener una sociedad es que considere como algo ‘normal’ esa parálisis, porque se está pendiente de un proyecto imposible, que solventará todos los males. La situación se ejemplifica con dos hechos de los últimos días.

Este medio de comunicación publicó que Jordi Clos, el propietario de Derby Hotels, había decidido trasladar su empresa a Madrid. Una de las interpretaciones es que Clos no quiere seguir en una comunidad que vive ensimismada con una lista de agravios que dimensiona una especie de clerecía, que se ve una y otra vez beneficiada por el poder público.

Pero Clos también se va, fundamentalmente, porque pagará menos por el impuesto de donaciones en la Comunidad de Madrid, que ha sabido venderse como el mejor lugar para las empresas y los ciudadanos que desean tributar menos a Hacienda. Aunque para muchos todo esto es absurdo –los que defienden que debería afrontarse una armonización fiscal, para no asistir a esta lucha constante entre autonomías—para otros Cataluña debería ser la primera interesada en tratar fiscalmente mejor a su tejido económico y empresarial.

Mientras eso sucede, con un enorme impacto social, porque Clos no es un empresario más, sino un emblema de la modernidad de Barcelona, un catalán que ha creado escuela, nos encontramos con las afirmaciones del periodista Toni Soler, que ha logrado una gran ascendencia social y política con su productora audiovisual, que realiza los programas Polònia i Cracòvia en TV3.

Afirma Soler que el presupuesto de la televisión pública catalana debe ser mayor, para que actúe como locomotora de la industria audiovisual catalana. Ahora bien, no dice para qué tipo de programas, porque ese es el problema: una televisión nacional catalana no debería haber sido sinónimo de una televisión nacionalista, con un mensaje para una parroquia ya previamente convencida.

Soler pertenece a esa clerecía que, ojo, existe en todos los países. La cuestión es que cuesta no ver en esos dos hechos una demostración del bloqueo de Cataluña: empresarios que se van, por razones fiscales, y empresarios –como Soler—que se quedan, para aprovecharse del sistema que quiere edificar el independentismo.

Debería haber un terreno de juego común en los próximos años para personas como Clos o Soler. En caso contrario, Cataluña camina hacia el precipicio.