Entre Frankenstein y Freddy Krueger

La vicepresidenta en funciones, Soraya Sáenz de Santamaría, que lleva algo más de 300 días siéndolo, ha avivado el miedo de sus electores en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. Deberíamos llamarlo prevaricación, porque se sirve del púlpito gubernamental para los asuntos partidistas, pero como nadie protesta, insisten en llamarle comparecencia. Este Gobierno está podrido, se mire como se mire, y debería dimitir en bloque. ¡Váyanse para casa, señores y señoras del PP!

La operación de salvamento del PP orquestada por Ciudadanos no está cuajando porque el PSOE que no está atado de pies y manos por el partido de Rivera, que es todo el PSOE excepto los socialistas andaluces, cuya líder, Susana Díaz, fue elegida presidenta de la Junta de Andalucía con los votos del partido nacionalista español, no se deja doblegar. Mejor dicho, incluso parece que intentará romperle las piernas a Rajoy con la presentación de una alternativa de gobierno que, por el momento, es sólo humareda.

La reacción del PP ante tamaña osadía ha sido lanzar por boca de la vicepresidenta sapos y culebras: «Sería muy preocupante lo que se ha llegado a bautizar como gobierno Frankenstein» —ha dicho la vicepresidenta. Santamaría ha pedido que se priorice «el bien de España», considerando que los partidos constitucionalistas están llamados a entenderse para defender el «interés general», la patria querida de José Manuel García-Margallo, el ministro cuyo nombre ya tiene algo de tonadillero. «Hay momentos excepcionales en la vida de un país y los partidos deben considerar no qué es mejor para ellos, sino para el bien de España», sentenció la vicepresidenta con candidez de muñeca.

¿En qué consiste ese llamado gobierno Frankenstein? Para la número dos de Rajoy, ese gobierno estaría formado por los malvados separatistas del PDC y ERC y los rojos de Podemos, aunque en realidad sólo sean un partido nacional-populista. Es un hecho que los partidos independentistas exigirán un referéndum a cambio de su apoyo a la investidura, cuestión que evidentemente no comparte la vicepresidenta Soraya, en feliz coincidencia con el siempre simpático Miquel Iceta, uno de los valedores del apoyo de los independentistas a la investidura de Pedro Sánchez, pero gratis.

Puede que algún político independentista ande despistado y no sepa en qué momento vivimos, pero, en caso de existir, ese político sería un extraterrestre en vez de catalán. Ningún partido independentista —o sea PDC y ERC— va a dar sus votos para investir a Pedro Sánchez sacrificando la exigencia del referéndum. Quien cayese en tamaña tentación ya podría preparar el ataúd, el propio y el de todo su partido. Entonces Frankenstein sería devorado por Freddy Krueger, el causante de esas espeluznantes pesadillas de la calle Elm, quien en su infancia fue dado en adopción al cruel y alcohólico Mr. Underwood.

Freddy comenzó a mostrar desde muy chico un comportamiento psicopático, como el otro Underwood, Francis J. Underwood, el protagonista de la celebérrima serie de matiz político llamada House of Cards. La perversa ambición política de este Underwood le llevará también hasta el asesinato de sus rivales. Se trata de llegar a la cima como sea, incluyendo la traición a su mayor cómplice, su mujer Claire, algo así como Rivera para con Rajoy o Susana Díaz para con Pedro Sánchez.

En fin, que el gobierno Frankenstein tiene pocas posibilidades de prosperar aunque Iceta diga que los independentistas tienen la obligación de favorecer la investidura de Pedro Sánchez si quieren deshacerse del PP y encontrar una solución al conflicto entre Cataluña y España. Si la condición es pedirles que renuncien a «cuestiones inaceptables para nosotros [los socialistas] como un referéndum sobre la independencia», lo tiene claro. Ni PDC ni ERC quieren parecerse a los monstruos cinematográficos a los que es tan aficionado Pablo Iglesias, cuyos aliados en Cataluña sí que son capaces de renunciar al referéndum catalán de autodeterminación para pillar cacho en el Gobierno de España.