Entre atónitos, deflactados y necesitados de cariño político
Cuando una economía tiene un producto interior bruto (PIB) que crece un raquítico 0,1% (en Catalunya y en el resto de España) y una inflación que decrece justo el mismo porcentaje, todavía sigue en la unidad de cuidados intensivos. Es cierto que ha despertado del coma, que puede abandonar el riesgo máximo (véase la prima, por ejemplo), pero también es obvio que sigue con pronóstico muy grave.
Los ciudadanos, atónitos, seguimos asistiendo a la ceremonia en la que los políticos, los que negaron la crisis y los que la habían provocado previamente con sus actuaciones en materia inmobiliaria y despilfarro público, están enloquecidos por darnos signos de confianza. Algunos, con técnicas subrepticias, incluso intentan explicarnos que los brotes, sean verdes o de soja, se los debemos a ellos y a su estratégica visión de las reformas económicas… Ojalá, por el bien de todos, que el ciclo se reconcilie con los indicadores positivos de verdad y la economía española encuentre un vigor que le permita crear empleo y reducir el drama social existente. Ojalá, pero me temo que será más un mérito de la resistencia civil que de la inteligencia política (véase el oxímoron).
Pero mientras eso sucede, esos políticos zoquetes y mediocres que tenemos estarían más guapos si callaran sobre temas económicos y trabajaran con discreción y humildad. Es más, dando cariño a una sociedad que hasta la fecha soporta una crisis económica de caballo de manera estoica y civilizada. Aplíquense y den unos cuantos masajes al enfermo.