Entra Sánchez, en la recámara Piqué o Imaz
Comienza el baile. Pedro Sánchez ha recibido el cargo del rey Felipe de formar gobierno. Mariano Rajoy ha renunciado por segunda vez. Sabe que no tiene los apoyos suficientes para ser presidente del Gobierno, y es consciente también de que sólo tiene una carta en la manga y que la guardará hasta el final: su renuncia como candidato ofreciendo otro dirigente, del PP o con la etiqueta de independiente.
Lo que ocurrió este martes, es que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, se ha responsabilizado para formar gobierno. Para ello ha pedido al rey entre tres semanas y un mes para iniciar las negociaciones, a izquierda y derecha, que le faciliten la investidura. Por tanto, el reloj sigue parado. Sólo a finales de febrero o en la primera semana de marzo, el presidente del Congreso, Patxi López, podría convocar el pleno de investidura.
Será en ese momento cuando se deberá establecer un plazo de dos meses para lograr la investidura. En caso contrario, se deberían convocar, de nuevo, elecciones generales. En esa tesitura, Sánchez tiene un cierto recorrido. Es complicado. Debe cuadrar el círculo: el apoyo de Ciudadanos y, por lo menos, la abstención de Podemos. O al revés. No es fácil. Su propio partido vigilará cada una de sus acciones. Pero también es verdad que Sánchez sigue vivo, con ganas, y con la ambición personal de quien sabe que si no es presidente del Gobierno, probablemente tampoco será el líder del PSOE. Se lo juega todo en función de su propia investidura.
La carta de Rajoy es ya la candidatura de otro dirigente. Rajoy ha llegado hasta aquí: solo, con sus 123 diputados, el primero, pero sin nadie más. El PP debe recapacitar seriamente sobre su papel en la política española. No se puede gobernar, aunque se tenga la mayoría absoluta, con un abuso del decreto ley. Y no sirve el argumento de la situación límite que comporta una crisis económica. El Congreso existe para algo. Es la cámara legislativa. Y el PP la ha despreciado.
La única solución del PP en estos momentos pasa por otro candidato, en el caso de que Pedro Sánchez fracase en sus negociaciones con Podemos y Ciudadanos. Y en los círculos informados de Madrid han comenzado a surgir varios nombres: desde el socialista Javier Solana, hasta otros dos ligados ahora a grandes empresas españolas: Josep Piqué, consejero delegado de OHL, el mejor portavoz que ha tenido nunca un Gobierno del PP, al margen de sus capacidades como ministro de Exteriores, y Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, y uno de los hombres más respetados en el ámbito político y empresarial.
¿El PSOE se negaría a apoyar a esos dos dirigentes, en el caso de que Rajoy renunciara y los propusiera como alternativa? Ahora mismo, los cenáculos de Madrid señalan esa posibilidad. El factor, casi decisivo, es que se trata de un catalán y de un vasco. Los dos tuvieron responsabilidades políticas de altura: Piqué como presidente del PP catalán, e Imaz presidente, nada menos, que del PNV, entre 2004 y 2007.
A pesar de que al PP le cuesta admitirlo, —en privado es habitual que dirigentes del PP digan abiertamente que Cataluña y el País Vasco deberán tener algún día un acomodo más definido en España— las reformas que precisa el país pasan por solucionar el pleito territorial.
¿Conversaciones de café? No tanto. El PP ha comenzado a ver que su apuesta por el descalabro de Sánchez podría ser un gran error. Y trata de minimizar daños, dando por sentado que Rajoy no será ya el próximo presidente del Gobierno. Sólo la oferta de candidatos de prestigio, de peso, respetados, podría llevar al PSOE y a Ciudadanos a un cierto consenso para afrontar, conjuntamente, y por un período corto, de unos dos años, las reformas que exige el conjunto de la sociedad española: entre ellas el mejor encaje de Cataluña y el País Vasco. Al tiempo.
Y no crean: ser presidente de tu país es más importante que ganar bastante dinero en la empresa privada.